“Yo sí conocí a La Rana Lozano, desde antes de verlo en persona. En mi casa siempre se ha hablado de los buenos, de los mejores, siempre se ha contado la historia verdadera del deporte, no la que otros quieren contar”
Le pregunto a un grupo de muchachones: ¿Ustedes han sido peloteros? Chi, esa pregunta, maestro, yo he sido de la 5, y yo del Tablazo, y no fui al Olaya porque ni para las naranjas me quisieron dar, y yo del Estrella, maestro, dijeron, y reían, una anécdota rápida por aquí y otra por acá. Todos menos uno había jugado en el estadio: el que preguntaba. Quién no ha sido pelotero en este puerto, no serlo es anormal en esta tierra de machos. ¿Conocieron a “La Rana” Lozano? Piensan, se miran entre ellos, uno parece tener la respuesta, pero no dice nada. ¿En serio han sido peloteros? Cómo carajo se es pelotero en Paita y no se conoce a La Rana Lozano. Yo conocí a un Lozano, dice uno, jugaba en el Olaya, Era un moreno. Ese era uno de sus hijos, claro, o pudo ser Claudio o Roberto, también excelentes arqueros como su padre, su maestro, porque también tienen sus historias. Pero yo pregunté por La Rana, no por los hijos. ¿En serio no escucharon hablar de La Rana Lozano? Se miran, se tocan, pero no contestan. Pienso: les falta cultura a ciertos peloteros. Cómo puedes estar en un ambiente de futbolistas y no saber alguito de la historia del fútbol de la liga donde juegas. En el baloncesto no es así, todos conocemos la historia porque nos la han contado no solo nuestros padres, sino en cada juerga después de las pichangas. Todos saben de los del 70, de los del Social, del Junín y del Decided boys, del Círculo alguito y de muchas escenas más que tienen que ver con la vida del basquetbolista y su liga.
Carajo, no puedo creer que han sido peloteros y no hayan escuchado de La Rana, les digo, acaba de fallecer, pendejos, el arquero más famoso del puerto de Paita.
Yo sí conocí a La Rana Lozano, desde antes de verlo en persona. En mi casa siempre se ha hablado de los buenos, de los mejores, siempre se ha contado la historia verdadera del deporte, no la que otros quieren contar.
Un día el profe Poncho dijo en el colegio, en plena clase de educación física: “Hoy pongo nota”, y era de técnicas de fútbol. Yo no sabía patear la pelota, y cuando lo hacía se iba al lado contrario. Ni cojudo, me fui al arco. Yo soy La Rana, dije y me adueñé del puesto que pocos querían, qué pocos, casi nadie, solo yo, y porque no tenía de otra… Pero el arquero también tiene técnicas que demostrar, entonces atrapé la pelota, según yo como lo hubiese hecho La Rana, corrí unos pasos y saqué rápido para que mi equipo saliera en contragolpe, tan fácil que se ve, pero la pelota se elevó demasiado y regresó para mi mismo arco. Carajo, qué vergüenza, todos en el suelo de la risa. Yo nunca sería como La Rana. Renuncio. Pero me buscó ya después del colegio un entrenador paiteño. Tú tienes porte, buenas manos, yo te hago arquero, me dijo. Yo volví a pensar en La Rana y en su historia. No, gracias, le dije, hay cosas que no se pueden superar a esta edad.
Nunca conversé con el maestro, siempre lo vi serio, me daba cosas acercarme y decirle: Sr. Lozano, mi padre me ha hablado de usted, yo lo he admirado sin verlo jugar, pero me aguantaba, solo lo veía y recordaba lo que había escuchado de él. “La Rana”. Carajo, qué bonito apodo, hasta lo imaginé cuando vi una rana en el tiempo de las lluvias. Cómo se estiraba la bandida.
Lo vi también en Pesquera Grau, yo un jovencito que había ido a cachuelear en el almacén. Estaba de salida y recogía unos tarros de leche que les daban a los del turno de la madrugada. Igual, como siempre: serio, y tampoco le dije algo, solo buenos días, maestro.
Hubo un fin de semana que mi padre me llevó a Viviate, a ver a los viejos del Cristal. No me gustaba ni me gusta ver fútbol, pero fui porque yo era jugador-fundador del equipo de baloncesto de la misma institución. Allí estaba La Rana, cambiándose para lucirse en el arco. Qué viejo, qué arquero, cuánta seguridad. Y sí, me vi todo el partido porque estaba La Rana Lozano en el arco. Lo vi volar y gritar. Quería que todo fuera ataque en su arco para verlo. Tenía esa manera de salir al uno a uno gritando en el momento que se estiraba. No sé qué sentirían los delanteros al enfrentarlo, pero yo desde la tribuna lo veía inmenso, o era su historia, no sé, pero era inmenso.
¿En serio no conocían a La Rana?, les vuelvo a preguntar, es que es doloroso, en serio que Paita la vieja y sus personajes que hicieron tanto por ella vaya muriendo de a pocos. Carajo, qué gente, sí, la Rana es un patrimonio del puerto, se ha debido escribir su historia para que todos sepamos de él y hayan niños en quien inspirarse. En este puerto se ha escrito hasta de “platitos”. Quién chucha es platitos para que se escriba de él. Hoy se va La Rana, mañana más tarde será el maestro Chochas que ojalá sean muchos años más para que pueda cumplir el sueño que le vendieron, el de ver su nombre en un conjunto deportivo. Allí está el tío Chochas, esperando la promesa.
Y así cuántos buenos deportistas más se irán, ya todos viejos viviendo en la sombra, ignorados por las nuevas generaciones. Suerte la de Don Tomy que uno de sus familiares estuvo en el gobierno municipal y colocó su nombre en el coliseo; pero, ¿y los demás?, ¿y los que son como La Rana, así de humildes y sin familiares en los gobiernos municipales?
Hay una deuda con nuestra historia y con nuestra gente. La Rana y otros buenos paiteños deberían hace años estar en la biblioteca municipal, escritos sus nombres en más de un libro de crónicas. Es lo mínimo que les debemos por haber sido paiteños que enorgullecieron al resto. Yo mismo me siento en deuda, aunque no por incapaz, sino por no ser tan aventado y acercarme a él y a otros y preguntarles si podrían contarme sus historias. Y para qué… siempre me digo, si al final nadie quiere apostar por trabajos así, porque creen que no es trabajo, porque creen que no sirve los muy imbéciles.
Hoy todos hablarán de La Rana Lozano, tras su muerte, yo acabo de decirles alguito a esos muchachones peloteros que nunca lo conocieron, porque a mí me lo enseñó mi padre, porque yo sí conocí a La Rana. Se han quedado pensando…
Pero mañana lo volveremos a olvidar, como hemos olvidado a otros tantos, eso es más que seguro porque no hay funcionarios ni tampoco empresarios que se atrevan a apostar por un Paita mejor, apenas se les alumbra para hacer homenajes que ellos no podrán escuchar.