El cine no solo es un espectáculo visual, sino también una invitación -a veces incómoda-al pensamiento, a la reflexión y al examen de conciencia. Esta interpelación es mucho más poderosa cuando el cine, en vez de irse por las ramas de la fantasía con la tonta creencia de que el arte aniquila las miserias humanas, retrata con crudeza lo que sucede en este mundo en que las nubes y las piedras coexisten.
¿Qué nos espera en la vejez después de ejercer una carrera o un oficio determinado? Es una pregunta que nos asaltará en algún momento de la existencia. Desde la “legalidad”, promovida por el Estado, surge como respuesta el sistema pensionario al que accederán los servidores públicos, aquellas personas que se han dedicado al servicio de los demás desde diferentes órganos de gobierno, pero que lamentablemente reciben pensiones muy bajas.
Una vida dedicada a servir se puede convertir en una vida gris, una vida que no alcanza sentido cuando se obtiene un cheque que no refleja el esfuerzo y la dedicación. Es esta la temática que se aborda en el film de Vittorio de Sica: “Umberto D” (1952). Una película realmente aleccionadora sobre el valor de los “viejos”, la realidad deshumanizante y la infinita amistad que se puede entablar con un perro.
Desde la propuesta neorrealista, lo que construye Sica es un relato lleno de referencias a la vida cotidiana de los habitantes de Roma en tiempos de posguerra. Va desde la sociedad misma para recalar en la intimidad de un hogar conflictivo. El film se inicia con una manifestación por el aumento de las pensiones de los jubilados.
Este grupo se enfrentará a la policía que quiere dispersarlo para que no cause más problemas en un ministerio. Hombres del gobierno protestando contra el gobierno al que han servido y que se ha olvidado de ellos. Luego, vemos la exploración en la intimidad de la casa cuando se aprecia a una joven empleada desplumando a una gallina flaca para preparar un platillo. A esta misma chica se le ve tratando de espantar con agua las hormigas que están en la pared de la cocina.
Una escena que denota las circunstancias de la existencia en ese piso. Unas hormigas que no la dejan en paz y que intenta desaparecer quemándolas con un viejo diario. Hormigas que persisten como lo hace el viejo Umberto Domenico Ferrari que no quiere que lo echen de la pensión que comparte con la dueña y la empleada. Un hombre lleno de achaques que quiere como sea conseguir 15 mil liras para permanecer en un lugar que ha habitado por más de veinte años.
Si él no consigue ese monto, le espera la calle, recurriendo a vender su reloj por un precio menor o malbaratar los libros que tanto aprecia. Entonces notamos dos grandes perspectivas: la de la ciudad con una protesta inicial que nos muestra un panorama de los edificios, las calles; y la de vida personal intima de Umberto que convive con una dueña inhumana y una empleada que también lucha por su problema personal amoroso y que se convierte en un nexo comunicativo.
La película va mostrando la ciudad y la vida personal de Umberto y el espectador va completando un guion escondido y construido como una gran metáfora. Para ello, el director esta se vale de una serie de referencias muy marcadas. Menciono, como otro ejemplo, la escena en que Umberto, después de regresar del centro de reposo en el que se ha internado para ganar tiempo antes de ser desalojado, busca su perro Flike en la perrera municipal. En ese lugar, ve una habitación de exterminio de canes, en la que hay una máquina de la muerte para los cachorros que son atrapados en las calles. Una alusión metafórica de los hornos crematorios o las cámaras de gas de los campos de exterminio nazi.
Sica recurre a la poética neorrealista para mostrarnos el deterioro moral permanente de los personajes. Podemos citar la escena en la que la dueña de la casa, que tiene una voz prodigiosa, rodeada de un grupo que la aplaude, canta una pieza lírica clásica mientras en la habitación contigua Umberto es devorado por la fiebre que no lo deja dormir. Una muestra de la deshumanización de una artista que no le importa más que el dinero.
En un momento de la película, el perro Flike que va ganando terreno poco a poco, se convierte en un elemento primordial. Es el símbolo de la sensibilidad que aún guarda Umberto en medio de un contexto deshumanizado y feroz. Es ese perro el que hace que el protagonista recupere el sentido de la existencia, pues agobiado por no poder reunir el monto para nos ser desalojado piensa en el suicidio. Sicca, en el epilogo del film, se ampara en un final incierto, abierto, en el que los personajes son un punto más en el inmenso parque, lo que se puede interpretar como la ciudad o la vida misma, de la cual no se tiene certeza alguna.
Vittorio de Sicca tiene una propuesta cinematográfica coherente con su visión política y, para ello, construye un relato que muestra la realidad misma de una sociedad voraz que empuja sin razón a sus ciudadanos a la mendicidad, a la deshumanización por el dinero, al suicidio o a la confusión personal. Una película que muestra su época y que, a más de setenta años de su estreno, no deja de llamar a la reflexión social.
