Un par de lluvias en el puerto nos volvió a desunir. Testigo es la luna que es un deporte la desunión por estos lares, y más en las desgracias, donde uno que otro actor político se vuelve famoso, y no con su plata el cojudo, sino aprovechando el sufrimiento del resto.
Hasta el político que no hizo nada se anima a sacar su tajada. Sube su post en sus redes sociales enseñando cómo se maneja la situación que él nunca supo manejar. Es de esperarse, solo sus lamebotas, que esperan su regreso para volver a trabajar en la comodidad de una oficina ajena, le siguen la corriente: “Necesitamos de su ayuda, profesor Reymundo”, le dicen los muy cojudos El post ha dado sus frutos y otra vez el hombre está listo para cuando cierren el congreso. No hay otro en Paita, pues. El hombre es líder desde que dio su primera clase en el colegio de su pueblo, desde que repartió la primera jarra de chicha gratis. El cholito tiene cara de cojudo, pero es regalón y buena gente, dicen, ni modo, es lo que hay. El hombre en segundos se ha vuelto más notorio que las cuencas ciegas que asfixian a los vecinos irresponsables. Cuántas veces se les dijo que no se podían colocar en esa zona, que era peligroso para ellos y sus familias; pero no, allí están los pobres cojudos esperando la ayuda humanitaria, esa que se pudo evitar si hubiesen hecho caso. Pero nunca harán caso porque es mejor mostrarse como pobre porque así se les atiende más rápido: desayuno en su aniversario por aquí, médicos gratis por allá. Cualquier cojudez es buena para ahorrarse unos centavos. La pobreza, o cara de pobreza ayuda, la sinvergüencería también. ¡Viva la yunza!, ¡Salud, compadre, seco y volteado hasta que arda!, ¡la plata va y viene!, “¡Chupa y di que es menta!”
Existen los cojudos que tuvieron la suerte de recibir una buena obra con sardineles, pero, para evitarse el trabajo de armar una rampa de madera, o construir una de concreto armado, prefirieron romper el sardinel y hoy en cada lluvia tienen que colocar sacos con arena para que sus casas no se inunden. ¿Se podrá ser más cojudo que eso?
Otros cojudos no paran de comentar sobre las imágenes del feis. Se esmeran y alaban a su alcalde, solo si los ha visitado. Si todavía no ha podido llegar por la gran cantidad de zonas afectadas, los cojudos empiezan a odiarlo, a maldecirlo, a sacarle todos sus trapitos al aire. Y el otro cojudo, el cojudo mayor, el Peter, que no puede contener su figuretismo y las ganas de mostrar su cara de cojudo en sus videos, intenta llegar a las más altas esferas del gobierno a través de un tik tok. ¿Acaso se puede ser más cojudo que eso?
Cómo vas a decirles a los zánganos del gobierno que esa gente está situada en el desfogue natural, so cojudo. Les has dado la respuesta que querían para no soltarte plata, para no hacerte caso, para dejarte entre las autoridades irresponsables. Y en Lima te echarán la culpa a ti y a tus antecesores, que fueron una sarta de cojudos por permitir que sigan viviendo allí después del 2017. Tan grandazo y tan cojudo también como para darle las gracias al dirigente de una comunidad invasora que ha dejado al puerto sin terreno para expandirse, y todo por “permitirle” hacer trabajos en sus dominios. O sea, hay que bajarse ante los usurpadores históricos que no hace nada por los suyos en tiempos de desgracia. ¡Por Dios!
Pero existen los cojudos más pendejos, los que son más queridos en el puerto, los que imponen la pauta cuando están en campaña, solo cuando están en campaña. Estos cojudos son más vivos que todos para cojudear a los más cojudos que siguen creyendo en ellos. Estos cojudos vivazos están de vacaciones, no se muestran, no tienen ganas de ser humanitarios porque faltan años para las elecciones y no se gastan balas en gallinazos. Calladitos están los muy cojudos esperando que todo se vaya a la mierda para hacerse extrañar. Pero ellos no tienen la culpa, sino la sarta de cojudos que se arrodillan ante su dinero y los hacen creer que son indispensables y hasta presidenciables.
Pero los más cojudos son los mototaxistas que se quedan callados cuando alguien les dice que por qué suben el precio de la carrera. Son tan cojudos que no pueden explicar que, además del riesgo y la libertad que les da su trabajo, todos los días tienen que templar sus cadenas y ver cómo se destruye su sistema de arrastre, esas cadenas y demás fierros que se tiemplan una vez cada siete o diez días; es decir, están muriendo a una velocidad perjudicial para ellos mismos. Si se hace una operación matemática, en tres días esas cadenas y esas catalinas han trabajado lo que hubiesen trabajado en veintiuno o treinta. Esto sin contar los rodajes, el óxido y la mano de obra que tendrán que pagar para dejar la unidad como estaba antes de las lluvias. ¿Alguien tiene el cálculo de ese precio? Pero allí están, calladitos y soportando que otros cojudos con más labia los humille.
Testigo es la luna que todos sufrimos los estragos de las lluvias, en mayor o menor medida, pero todos sufrimos, y hay que ser bien cojudo para exigirle a la autoridad que llegue por su barrio a limpiar una pequeña laguna y un poco de lodo cuando por otros lugares la gente lo ha perdido todo. No hay que ser muy inteligente para entender que siempre existirán las prioridades, así se las lleven los desobedientes, los que nunca hicieron caso de no habitar esas zonas de riesgo, así sean de la misma comunidad que no puede ayudarlos, pero que, bien orondos, reciben las gracias por dejar que se les ayude, porque igual son seres humanos que hay que atender, igual tienen hijos que no tienen la culpa de tener padres tan cojudos que los han expuesto al fracaso por siempre en esta zona tropical que nunca dejará de llover. Son los más cojudos porque saben que cada cierto tiempo tendrán que sufrir lo mismo. Pero hay que atenderlos, aunque nos hagan trabajar, aunque nos hagan rabiar, aunque no hagan perder tiempo y dinero a todos los demás cojudos que seguimos esperando que esto acabe para continuar con nuestras vidas.
Pero no faltan los capos de la cojudez, los que odiarán este texto y más a este escriba malaleche y atrevido, que no hace otra cosa que escribir en lugar de tomarse fotos botando lodo y secando lagunas, como lo mandan las leyes modernas del marketing; un escriba odioso e incapaz de sentir el amor por el prójimo así como los héroes que salen en las fotos; escriba inmoral que agrede con sus textos, siempre en contra de las buenas costumbres de un puerto que no habla malas palabras; escriba cojudo, el más cojudo de todos los cojudos que solo aparece en su propia revista que nadie lee.