Divertirse es una necesidad que tiene el ser humano, es algo ineludible como reír, jugar y besar. Los seres humanos buscamos siempre una puerta de escape a la realidad y a la cotidiana vida laboral que nos agobia. Lo mismo los jóvenes, y más en estos tiempos de vacaciones, de descanso y de relax a esas temporadas de estudio fuerte. Hay edades donde se vive con mayor intensidad, donde puede nacer ese momento especial que te haga escribir una historia, encontrar un amor o, simplemente, encontrar un aliciente a cualquier problema que llevemos en silencio en nuestra vida.
¿Qué haría un joven sin esos momentos diferentes?
Divertirse es reír y desestresarse, es encontrar nuevos amigos, es darle pausas no solo a nuestro cuerpo, sino al cerebro para que piense en el presente. No podemos quitarles a nuestros jóvenes lo que nos hizo feliz a nosotros en nuestros mejores tiempos; al contrario, como seres mayores y con experiencia, tenemos la obligación de brindarles esos espacios en nuestro puerto, más aún en estos tiempos difíciles donde la delincuencia intenta ganar territorio. No debemos permitirlo. No tenemos que dejar de ser felices por el miedo. Eso sería como dejar de adquirir lo que deseamos por miedo a perderlas en un asalto. Imposible. El miedo no nos puede encerrar, tenemos que convertirlo en advertencia para mejorar nuestras estrategias de defensa.
Las autoridades tienen que regir en libertad, no en autoritarismos, eso está claro; y las pasiones religiosas no pueden ser el camino, eso jamás, sino que rijan las libertades de las mayorías.
Sin embargo, toda acción jamás debe salirse del marco de las normas y la constitución. Está en los empresarios de espectáculos nocturnos de fines de semanas dar el ejemplo de respeto para que las autoridades puedan respetar sus negocios.
Y una cosa es un espacio para jóvenes y otra cosa es un bar para borrachos con experiencia. No se les debe tratar, normar, ni juzgar por igual. Son temas diferentes aunque disfruten con la misma música.
La cosa es simple, Paita necesita espacios seguros que alberguen a nuestros jóvenes, pero la autoridad tiene todo el derecho de fiscalizarlos. Y el que no quiere caminar en orden, pues que no se le deje caminar y se le cierre el negocio.
Si no se ponen en regla y siguen haciendo caso omiso a las directivas de la autoridad, como dejar entrar a menores de edad a sus establecimientos nocturnos, o no cumplir con los horarios establecidos, pues seguirán siendo cerrados sus negocios. Bien por la nueva gestión que ha puesto mano dura en este tema. Es importantísimo en estos tiempos inciertos.
Después de todo, un buen empresario sabe que, al final, pierden más ellos como dueños con tantas intervenciones y multas que sus propios clientes que solo tendrán que buscar otro espacio para el siguiente fin de semana.
A ponerse en orden entonces.