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    Febrero 8, 20215 Mins Read

    Richie Antón

    Ricardo Espinoza RumichePor Ricardo Espinoza Rumiche

    “Si no hago música, mi vida está perdida”

    Conocí a Richie Antón en una celebración literaria callejera, con micro en mano y rapeando: eran movimientos laterales, rimas que dejaban al descubierto la rabia del marginado, ropa ancha y joyas exageradas que mostraban a un joven reaccionario que quería ser escuchado.

    Pocas luces tiene este movimiento artístico cultural en el puerto de Paita; sin embargo, nuestro artista de la calle tiene varios años inmersos en esta cultura de las rimas y el mensaje directo al cambio social. Sus versos son una constante lucha por la desigualdad, la injusticia y la indiferencia.

    “Ya no hay fe / porque me muestran la espalda cuando voy en busca de algo / porque todo está contaminado / y no hay nada a salvo”

    Richard Larry Antón Fernández nació en Paita, el 10 de marzo de 1984, y se volvió amante de los versos cantados, por casualidad, de ese arte de rimar improvisando con esa rapidez mental que pocos poseen y que es característica de los mejores artistas de la calle, se enamoró uno de esos días cuando intercambió -en ese entonces- un casete de reggae y rap con un compañero de escuela.  Se podría decir que fue un llamado instantáneo, un amor a primera vista, un conjunto de asociaciones subconscientes, una orden cerebral que conllevó al enamoramiento de esta cultura viva divergente:

    “Basta, deténganse / inmenso es nuestro mar como para morir de sed / el cambio se dará cuando empiece por usted / el rey no es amenaza si se le pone en jaque”.

    Con el poeta Gian Pierre Codarlupo

    Pero, nuestro artista, es consciente que su protesta musical -como toda protesta- no gusta a los gobiernos de turno; es que el hip hop -no es un secreto- emplea una lírica fluida para transmitir el descontento social y el inconformismo en un contexto de lucha de clases heredado desde su aparición. Y es por eso que nuestro artista ha sentido en más de una oportunidad el desprecio por su arte. La misma municipalidad del puerto le ha cerrado las puertas -en varias oportunidades- con sus proyectos sociales que intentan llevar arte a través de talleres educativos hacia los más necesitados. Lo mismo con el sector privado. No obstante, se autogestiona, no se rinde, no tiene tiempo para eso. Tiene “cumpas” que le alivian el alma, como Miguel Contreras Fernández y demás amigos que entienden que sus versos son una puerta de escape hacia el infinito.

    “Con la misma fuerza con la que nos abruma a diario la opresión y la injusticia, así yo seguiré escribiendo y batallando. Si no hago música, mi vida está perdida”.

    Richie Antón es un nato embajador paiteño que visita con frecuencia las diferentes provincias del país para compartir su trabajo. Sabe que desde el hip hop los jóvenes asumen el reto de un cambio. Este arte les ofrece la posibilidad de construir maneras de ser y actuar en el mundo y que fortalece sus deseos de salir adelante. El hip hop para muchos se convierte en un proyecto de vida que, fácilmente, contribuye en el proceso de construcción y afirmación de su identidad.

    Nuestro artista se ha presentado en diferentes ferias de libros. Su arte es conocido en Piura, Trujillo, Lima, el Callao y hasta en el hermano país del Ecuador. “Gracias a la gente positiva que me incentiva”.

    “Aunque pase el tiempo /yo voy a seguir rapeando / dejando que mis secuelas sigan a gente contagiando / no importa si te gusta o si te estoy molestando / con o sin apoyo firme que le sigo dando”.

    Y le seguirá dando, no tenemos duda de eso; porque Richie Antón se ha propuesto despertar a los jóvenes paiteños del letargo en el que viven, para que conozcan la problemática de su tierra y puedan así actuar en su beneficio. Que el paiteño despierte y promueva el pensamiento crítico es la meta trazada. Tiene una cuenta en YouTube donde a menudo sube sus inspiraciones: poesía pura hecha música. Son muchos sus temas hechos videos, incluso, están los que esperan en cuarentena su gran momento: “la inspiración me hizo un reo en la pandemia, logró que desarrolle y pueda así concluir con un nuevo álbum”.

    Con el tiempo, Richie Antón ha entendido que las críticas se toman con agrado y responsabilidad. Si son a favor o en contra, nos dice, las analiza para poder mejorar, y si son con mala leche, simplemente las ignora, porque la madurez le ha enseñado que no hay tiempo para lo malo.

    Hoy en día, si nuestro artista no está trabajando, se levanta desde muy temprano para alimentar sus plantas y para ayudar en los quehaceres del hogar; también para enseñarle algo nuevo a su pequeña hija y jugar en casa con el resto de la familia, y, por la noche, practicar con la zampoña, otra de sus pasiones, así como para escuchar un poco de música o leer un buen libro, cosas mayores que logra con el silencio de la madrugada.  

    Conocí a Richie Antón en una celebración literaria callejera. Hoy puedo decir que en la calle no solo se ve la maldad, como dicen, sino también se puede tener la suerte de encontrar a un verdadero artista, a un poeta maldito, a un lobo que inventa su propia manada, que se evade por el mundo con sus odas y que intenta calar entre los menos favorecidos del puerto para no ser olvidado.

     

    Author

    • Ricardo Espinoza Rumiche
      Ricardo Espinoza Rumiche

      Nació en Paita, en la cima de un cerro. Ha estudiado en la ex 33 donde iban los más papacitos de su época y en el Colegio San Francisco, porque no había otro. Fue judoca porque quería vengarse del muchacho que le ganaba a su hermano y también basquetbolista, porque nunca aprendió a patear la redonda. Tiene estudios superiores técnicos, pero se le extravió el cartón que lo certifica. Ha sido, entre otras cosas, pescador, camarero, estibador, mototaxista, agente de aduana, pero nunca pasador de franela. Tiene dos novelas publicadas y dos a media caña que no quiere terminar porque no saca ni para el té filtrante con su literatura. Se considera un autodidacta y un “mil oficios”. En el año 2020 publica el primer número de la revista Barlovento, pero el virus y sus amigos que nunca le compran lo obligaron a desistir de una segunda edición. En el 2021 crea este espacio virtual e intenta mostrar un lugar para todo paiteño que desee escribir. Pero nadie desea escribir y casi siempre lo mandan a bañarse. Actualmente prefiere releer sus textos inéditos antes que leer propuestas monses de candidatos monses. Es chancletero por obra divina y sueña con ser abuelo de tres lindas niñas.

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