Por Edwin Houghton Rosas
Qué paiteño de mi época no estudió en “el jardín de la infancia”. Era la escuela de nuestros inicios, nuestra segunda casa y el lugar donde conocimos a nuestros primeros amigos. El Jardín de la infancia ha sido el hogar donde no solo nos enseñaban, sino que nos marcaban para entender de qué se trataba la vida. Así recuerdo que conocí el mundo en mis inicios, gracias a mi profesora.
Hoy nuestro Jardín tiene más de treintaicinco años viviendo de la caridad de otra escuela, arrimados a su suerte, invisibles ante las autoridades que han preferido jugar en pared con el poder para terminar de apuñalar su historia y su futuro