Grecia nunca antes estuvo tan emocionada con asistir al coliseo de Paita, menos para un evento de baloncesto. Puntual también estuvo Kathia y el resto de su familia. El deporte de la canasta tiene esa magia, la de ilusionar a las personas cuando uno de los suyos está de protagonista. El deporte no solo es competencia, también es diversión y una gran oportunidad para mostrarse en un ambiente donde la popularidad no es el lado fuerte. No. En Paita el baloncesto no mueve masas, hace mucho tiempo que no lo hace siendo los propios paiteños los protagonistas. Pero mueve a familias enteras y demás personas apasionadas con las historias que alguna vez escucharon en un almuerzo o en una fiesta.
Paita tuvo su época bonita donde se gozaba y se ganaba. Paita tuvo excelentes jugadores que llevaron su talento y el nombre de nuestro puerto a diferentes torneos y a diferentes ligas.
“A Paita se le respetaba”, dicen los antiguos.
Grecia y Kathia han asistido desde muy temprano, es el día esperado desde que se enteraron que otro campeonato estaba por empezar. No es un campeonato oficial de la liga que anda de menos a peor, sino que, gracias a la iniciativa de un equipo y su dirigencia, pueden mostrarse los herederos de las canastas para no morir en el intento. Pero no es cualquier campeonato para Grecia y para Kathia, es el inicio de los “Ramparts”, un equipo que ha nacido en el seno familiar y, más, en el grupo de WhatsApp denominado “Clan Espinoza” y que luego se trasladó a otro llamado “Lo que unió la abuela”.
Allí se comentaba de una plataforma deportiva donde un grupo de vecinos había cerrado el espacio a los jóvenes quitándoles los tableros de baloncesto, dizque para evitar la bulla y la presencia de amantes de la marihuana.
Cómo era posible semejante afrenta. En Paita faltan plataformas deportivas como para andar cerrando la única de la comarca, y más para la práctica del baloncesto. Eso era un pecado para los dos grupos de WhatsApp “Clan Espinoza” y “Lo que unió la abuela”.
Allí mismo sus integrantes -todos herederos de la Carmelita Colona de Rumiche- decidieron dejar de teclear y poner manos a la obra. La familia está llena de historia deportiva y no era posible que no se hiciera nada por ese grupo de muchachos que habían sido desalojados de una plataforma pública. Allí mismo Renzo Espinoza decidió sumarse a la causa. Allí mismo Katherine Parodi se sumó para empezar con el sueño de brindar un espacio para los no escogidos. Allí mismo Mónica Solange decidió ser la hermana mayor de los chicos para organizarlos y acompañarlos en esta aventura.
Los Ramparts son eso, el equipo de los principiantes, de los desalojados, de los ignorados, el equipo de los que han tenido que esperar que otros se cansen, falten o se lesionen para tener la oportunidad de mostrarse.
Ramparts significa Muralla, y las murallas, como todos sabemos, son difíciles de rebasar. Sin embargo, ellos son la propia muralla que han decidido vencer, esa contra el desaire, contra el desgano, contra la apatía.
Ellos encarnan el cambio, la diferencia, la amistad, la aventura.

Los Ramparts son el ejemplo que no se viene a esta vida solo para ganar, sino para vivir.
Los Ramparts son conscientes que, si no se saltan ellos mismos su propia muralla jamás podrán dar otro paso en su vida. Estar en el equipo es la primera prueba para conocer lo que significa el verdadero inicio.
Un inicio que ha llegado con un lujo que no muchos han tenido dentro de esta historia de basquetbolistas porteños. Y fue la cirujano dentista, Mónica Solange Alvarez quien convenció a su abuelo, el negro Manuel Espinoza Silva para que se hiciera cargo del equipo. Sí, nada menos que al negro Espinoza, retirado hace muchas lunas en sus cuarteles de invierno, el ex Presidente de la liga, el ex basquetbolista de la mejor época y el fundador del histórico Social Paita; también del Cristal y de otros equipos que marcaron un antes y un después en la historia del basquetbol porteño.
No sé si los Ramparts son conscientes de quién es su director técnico y si saben algo de su pasado. No sé si los chicos llegarán siquiera a ganar un solo partido contra los ya experimentados jugadores de siempre. Lo que sí estamos de acuerdo muchos, es de lo difícil que es empezar y mantenerse en el ambiente, y más con jugadores sin experiencia y sin mucho fundamento técnico.
Pero los Ramparts han dado el primer paso, casi un internacional se ha jugado en su debut, enfrentándose a un equipo de jugadores venezolanos. Han perdido su primer partido por pocos puntos, pero han salido conformes con sus nada menos que 41 puntos bien ganados y sufridos y con ganas de dar más para la siguiente fecha.
Grecia y Kathia no solo los han acompañado en su debut, sino que han asistido a los entrenamientos. Ambas son testigos del primer día, que no ha sido fácil porque han tenido que entrenar donde se pueda, en una y otra plataforma, a la gana-gana contra los futboleros.
Se ha alquilado el coliseo para poder conocer la cancha antes del debut, se ha pagado la cancha de un colegio para no desaprovechar la noche por falta de canchas y se han unido para que la falta de ganas no se apodere de ellos.
Los Ramparts han dado el primer paso. Se han presentado como se debe, con indumentaria deportiva que ya quisieran los otros. Luis Talledo ha sido el autor de la primera canasta en un partido “oficial” en la famosa bombonera norteña.
Los Ramparts ya saben a qué se van a enfrentar en el resto del campeonato. Son conscientes que son el inicio de algo que puede ser eterno si se lo proponen. Y solo pueden cometer un error, el no llegar hasta el final de esta primera meta.
Los Ramparts saben que no son los favoritos, sino los diferentes.
Ramparts es la muralla que ellos mismos tendrán que superar.