Fue un 11 de octubre, lo recuerdo perfectamente porque era mi cumpleaños. Fue una vieja camioneta cargada con piedras pilca la que pudo ocasionar una desgracia mayor a lo ocurrido aquel día.
Yo cargaba a mi tercera hija en mis brazos cuando -por obra divina, dijeron algunos familiares míos cuando les conté lo ocurrido- dos mototaxis pasaron literalmente volando a escasos centímetros de nosotros. La vieja camioneta los había envestido cuando se encontraban estacionados esperando el paso de los niños. Esa escena la recuerdo siempre que paso por el mismo lugar, la misma intersección donde, lamentablemente, este último sábado una jovencita fue víctima de otra desgracia.
Esa experiencia ha sido la más traumática que he tenido que vivir en mi vida. Mi segunda hija había pasado apenas unos segundos y me preparaba para observar a la mayor de ellas y a su mamá que también enseñaba en la misma institución educativa particular. Todos celebrábamos una algarabía por su aniversario y la mañana era una fiesta en el puerto de Paita.
Hasta que ocurrió la desgracia: niños y profesores siendo atropellados y el caos apoderándose de todos los que veíamos impotente la escena. Yo estaba seguro que mi hija mayor no había cruzado todavía, ni mi esposa, y por eso me concentré en la segunda de ellas que sí había pasado feliz y cantando junto a sus compañeritos. La busqué entre los heridos y hasta debajo del carro esperando lo peor. Corría de un lado para el otro sin encontrarla. Todo fue tan rápido que, en pocos segundos, no sabía si había sido trasladada entre los heridos o qué sé yo lo que le podía haber pasado en medio de ese caos que nadie podía controlar.
Cuando me encontré con mi esposa, ambos, con lágrimas y un dolor incontrolable en el pecho, intuimos que algo malo le había pasado y decidimos buscar de nuevo, más tranquilos, preguntando a dónde habían sido trasladados los niños y demás víctimas de ese carro. No obstante, se me fue aclarado la mente y busqué a sus compañeritos y a su profesora. A toda el aula los tenían resguardados en una casa vecina y les daban un poco de agua. A mí me volvió la vida al verla. Estaba asustada, pero sin un rasguño.
Esta desgracia, que dejó a varios alumnos con heridas graves, no ha sido la primera y, desafortunadamente, me atrevo a decir que lo ocurrido este último sábado con esa señorita tampoco será la última.
¿Por qué las personas no usan las veredas?
Esa bajada, sabemos desde que tenemos uso de razón los paiteños, ha sido testigo de innumerables accidentes, y, aun así, las mismas personas vecinas del lugar, ni siquiera tienen el mínimo cuidado de usar las veredas, dizque porque son altas. (Si no me creen solo vayan y esperen unos minutos para que sean testigos de lo que les escribo; es más, miren la fotografía).
“El muro de la playa está roto, casualmente, porque los carros pierden el control”, dice don Andrés Alvarado García, vecino del lugar, cuando declara para un medio local. Y así repite una y más escenas de accidentes que muchos ni enterados estábamos; esto, sin contarnos de la cruz en una de las columnas de la plaza Bolognesi, con rostro incluido del occiso.
Y cada vez que sucede un accidente, volvemos a las discusiones, al escándalo y a las culpas. Recuerdo que, en el accidente de la algarabía, la gente culpaba también al colegio, por haber expuesto a los niños en esa calle peligrosa, así como a las mototaxis que volaron cerca de nosotros, sin tener clara la idea, sin saber que aquellos choferes también estaban en la lista de los heridos y entre las víctimas.
¿Tenía culpa la institución educativa que solo intentaba celebrar su aniversario? Pues, en tiempos de calma, ahora podemos decir que sí, que se pudo evitar que los niños pasaran por allí ya que no es un secreto lo peligroso de la pendiente, sobre todo, cuando de bajarla en un vehículo se trata.
Lo que debemos tener claro los paiteños que usamos esta calle peligrosa, es que existe el sentido común y, por eso, tenemos la obligación de pensar antes de… y decidir con acierto, como, por ejemplo, no pasar en algarabía y exponer a cientos de niños habiendo tantas calles por donde transitar; así como usar obligatoriamente las veredas, aunque nos pese levantar las piernas para subirlas.
Hace muchos años que la gente exige que esa calle sea solo de subida. No sé si eso será la solución, ya dependerá de nuestros funcionarios y profesionales en el tema; pero lo que sí estamos seguros, es que los paiteños y visitantes, a diario estamos expuestos -y no solo andando en mototaxis, como cuenta la lista de accidentes ocurridos- y, a pesar de los años, todavía nuestras autoridades no encuentran una solución a este problema que ya ha enlutado a varias familias.
Mientras tanto, necesitamos sentido común para transitar por ese lugar, siempre a la expectativa y a la defensiva, y no solo de los choferes sino también de los caminantes. No hay de otra, paiteños, primero protejámonos y después busquemos a los culpables.
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