Piura necesita intelectuales jóvenes, con sana esperanza, vigilantes, con una actitud de cercanía, inclusive con la necesaria rebeldía intelectual.
Los intelectuales son individuos especiales que procesan y divulgan ideas, como también, doctrinas, corrientes, concepciones del mundo, simples o grandes opiniones, las cuales constituyen el sistema de pensamiento de una sociedad.
Tengo gran admiración por muchos intelectuales peruanos -y piuranos- que, teniendo diferentes tendencias políticas o corrientes filosóficas, razonan, miden obstáculos, convocan y aportan en medio de una clara modestia, pensando en la sustentabilidad del progreso y su alcance evolutivo. Sin embargo, mi admiración decrece cuando observo a otro tipo de personas -que se autoproclaman intelectuales-, sujetos ávidos de figuración, ególatras que encuentran en su yo interior un intangible más grande que su exterior, apremiados por la estética y los bellos artilugios en sus escritos; además, con aspavientos intelectualoides como son sus silencios nutridos de conocimientos expectantes, y al final, se conforman con un poco de fama para considerarse, como decía Ortega y Gasset, paladines de la libertad y la justicia.
Los ciudadanos de a pie necesitamos distinguir aquella distorsión entre un verdadero intelectual y el que no lo es; entonces la pregunta surge en seguida: ¿Qué tanto se nutren unos a otros y se aprovechan de los consejos, los puntos de vista diferentes, sus pensamientos y su concepción sobre el mundo? ¿Ayudan en realidad a alcanzar otros niveles de creatividad? ¿Acaso la angustia, la ansiedad sentimental se reconfortan con páginas nuevas llenas de aliento? Mi respuesta es positiva, porque creo que existen personas “luminosas”, alejadas del resentimiento, del lirismo o de un intelectualismo revestido; ellos esgrimen una visión diáfana con sus respectivos mundos particulares, constructivos y liberadores: por ende, son verdaderos humanistas.
Piura se ha destacado por tener entre su comunidad una generación de intelectuales valiosos, como Miguel Gutiérrez, Carlos Robles Rázuri, José Estrada Morales, Jorge Moscol Urbina (Jemu), Reynaldo Moya, Néstor Martos… entre los que nos dejaron; y otros tantos que siguen en batalla con su pluma en ristre.
Piura necesita intelectuales jóvenes, con sana esperanza, vigilantes, con una actitud de cercanía, inclusive con la necesaria rebeldía intelectual; los viejos podemos descubrirlo en cualquier lugar: en libros, en rutinas, en charlas de café… Pero las nuevas ideas llegan escuchando los rumores del corazón, y si es joven, mejor. Un pensador dijo, “tengan el valor de equivocarse”. Los nuevos intelectuales piuranos no deberían dejar que los reflejos de su alma se pierdan en intención y sus pensamientos queden en el olvido. Piura no merece tener una trayectoria intelectual con “voz baja”, como tampoco contentarnos con aquel prurito de, “cada cual con lo que es” …Extiendo mi afecto sincero a los intelectuales piuranos, a aquellos que han sido capaces de expresarse con valentía. Ellos deben ser la inspiración para las nuevas generaciones, que estoy seguro hablarán con “voz alta”.