Doña Gaby baila y encanta a todos los presentes. Ha aceptado bailar porque es la reina del evento. Usa zapatillas modernas y se mueve mejor que muchos adolescentes. Su corona solo confirma su presencia de reina, y su banda roja, como el color de la sangre, la pasión, el amor y la energía, esteriliza aún más su figura. A pesar de su edad, doña Gaby brilla más que su pareja, que la mira absorto de sus rítmicos movimientos. Es el Ing. en jefe del mercado modelo de Paita, Alex Checa, el organizador del evento que, junto a Vanessa Guerrero, la jefa de la Demuna de la Municipalidad de Paita, se pierden entre las vendedoras y no descansan para que todas las invitadas se sientan atendidas. No es un evento de cuellos blancos, tampoco el alcalde ha asistido con su medalla. La escena es la típica reunión de amigos donde importa más la felicidad del otro que la pose del más grande del grupo.
Aplausos y sonrisas envuelven a la pareja que se anima al compás de una banda de cuatro músicos. No son profesionales ni artistas famosos los encargados de animar a las damas, son señores que se ganan la vida en las calles con el arte aprendido a través de la práctica y porque la necesidad así lo ha querido.
Doña Gaby se ha quedado sin aliento de tanto baile y no puede agradecer a los organizadores. Tiene al Sr. alcalde a su lado que, junto a su esposa, admiran su vitalidad para seguir bregando y para seguir viviendo dentro de la población económicamente activa. Agradece, se disculpa, el baile la ha agotado y, literalmente, no tiene palabras para expresar la emoción que le embarga.
“Nunca antes un alcalde nos había visitado en este día”, me cuenta una de las vendedoras que no ha tenido tiempo ni para sacarse el mandil con el que atiende en su negocio. No es una ceremonia de mantel blanco, es una reunión de mujeres que mientras asisten al evento miran desde sus asientos sus negocios por si alguien necesita de sus productos. Desde uno de los puestos, una mujer trota feliz con el ticket ganador rumbo a la mesa de honor donde sigue brillando doña Gaby. Abandona por unos minutos su puesto porque su número es uno de los escogidos y va en busca de su suerte. Dicen que el regalo, aunque sea pequeño, resulta enorme para quien lo recibe si es que se da con cariño. Y el cariño es lo que más ha sobrado en esta tarde donde los profesionales de la Municipalidad, junto con su alcalde, se han mezclado entre las vendedoras para recordar públicamente el 8 de Marzo.
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Si bien este día nació para conmemorar el sacrificio de más de 100 trabajadoras textiles que murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, después de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo, y quienes perdieron la vida en un voraz incendio en la misma fábrica textil donde laboraban, en el año 1857, con los años, este día se ha convertido en una fecha en la que agrupaciones de mujeres aprovechan para denunciar todas las discriminaciones y violencias que sufren en el día a día, pero también los avances en el logro de sus derechos. El “Día Internacional de la Mujer”, es recordar que, a pesar de todo el progreso y el avance de nuestras sociedades, las mujeres continúan siendo oprimidas de muchas formas, como por ejemplo, con la invisibilidad de su aporte social y económico a través de los cuidados que brindan en sus hogares, así como del trabajo diario en diferentes actividades, precisamente, en ese mismo espacio donde esta tarde sus autoridades les han brindado unos minutos de sosiego y felicidad.
“Mujeres, la lucha no se detiene, ustedes son un ejemplo a seguir”, les ha dicho la empresaria Flor Castro Arica, “nunca se rindan porque el mundo está lleno de mujeres que han marcado historia. Nosotras también la hacemos con nuestro aporte”, les dice. Y ellas aplauden, se miran, sonríen y vuelven a buscar sus puestos de trabajo, la vida que han puesto en pausa por la visita. Pareciera que miran sus puestos con ilusión. Bueno, la ilusión también es sinónimo de esperanza y de deseo de ser mejor cada día.
Una niña baila una marinera, lo hace con tanta soltura y gracia que, en instantes, duplica su belleza natural. Dicen que la práctica de este baile mejora la postura, forma, equilibra, estiliza y da elasticidad al cuerpo. Veo a la niña y confirmo que tienen razón: la marinera embellece a la gente.
El alcalde ha hecho un alto en sus actividades porque no quiere perderse el contacto con la gente. Se ve algo agotado porque no es la primera ni la última actividad que le espera en este día de conmemoración. Les habla de esperanza, de Dios y del valor de la mujer en la sociedad. Es un discurso para el alma porque el hombre de religión sabe que si alguien tiene un alma hermosa, hay que hacérselo saber, eso ayuda en el autoestima.
Una niña vestida de rojo les brinda unas palabras con aroma de poesía. “Mi nombre es Luhana Paz Moncada”, les dice a las señoras que la observan, y su mamá dispara el flash para llenarla de fotos. Saluda al alcalde, a todos y a su madre que la mira embobada. “Las mujeres valemos oro y somos capaces de lograr lo que nos propongamos. Somos iguales, no hay que dejarnos maltratar de ningún hombre porque somos libres”, dice, y se va a su silla. Ha emocionado a todas y a todos. A mí me llegan las imágenes de mis hijas. La niña, en pocas palabras, ha logrado describir lo que mi esposa y yo intentamos hacer desde que fuimos mamá y papá.
Doña Gaby saluda a una compañera que la mira sorprendida de su atuendo. Hay que aprovechar porque mañana será otra vez doña Gaby y no la reina. El trono y sus dominios son la puerta ancha que da para el lado de la zona de abastecimiento del mercado modelo de Paita, donde miles de paiteños entramos y salimos a diario. Mañana ya no será 8 de marzo y se habrá acabado el sueño de ser en verdad una reina, de tener cerca al alcalde y de sentir en esta sociedad muchas veces clasista, que una funcionaria con años de estudio es igual que una vendedora de productos de primera necesidad. Doña Gaby y sus compañeras volverán a lo mismo, ya no será la reina con corona en la cabeza, sino con corona interna, la que lleva en el alma y con la que gobierna a su familia, volverá con sus compañeras de siempre a atender a sus caseritas que las buscan con la necesidad de todos los días, porque el mercado, aunque se crea lo contrario, es el más necesario invento de la sociedad.