La feria del libro de Bernal no es una marca, es un corazón que late fuerte año a año.
Llevo años imaginando los rostros de los niños y adolescentes paiteños entrando a la feria del libro de Paita, confundiéndose entre los poetas, editores, escritores y demás protagonistas de las diferentes expresiones culturales programadas en la fiesta, quienes esperan su turno para enseñarnos a todos qué es el arte, cómo han sido sus inicios, cuáles son sus obras y cuáles son los secretos detrás de su oficio y de los libros. Una feria del libro, o de las artes, sin duda, será la mejor noticia que jamás hayamos escuchado en este puerto norteño. Pero una feria nuestra, de todos, que sea una producción netamente local donde las autoridades y el pueblo se confundan en un solo objetivo, el trabajar por las nuevas generaciones y buscar en ellas la parte más humana, para fortalecerla y para intentar, como sociedad, ser mejores que el día anterior.
En el norte peruano, nosotros los porteños estamos en la cola en cuestión de letras (hay que decirlo sin miedo para que duela y para que despierte a quien corresponda dar el primer paso: el propio paiteño. Nos hemos encasillado en nuestra literatura local y, por desconocimiento, nos negamos a los cambios y a las novedades en la escritura. Nuestros estudiantes viven obligados entre los clásicos y las producciones de los amigos del docente de turno. No tenemos -en esta provincia de casi 140 mil almas- una librería siquiera donde tengamos el placer de oler, buscar, encontrar, escoger y comprar un buen libro. No es negocio, es cierto, pero no lo será nunca si nuestra gente no está incentivada a consumir un buen libro. Es que nuestros estudiantes solo leen por obligación a una tarea y nosotros los adultos solo consumimos lo que está a la vista. Así estamos en este puerto histórico, lamentablemente.
Imagino siempre la feria del libro de Paita porque, no muy lejos de nuestra frontera, En Bernal, el pequeño distrito de la provincia de Sechura, desde hace 12 ediciones, es protagonista de la que hoy es considerada la mejor feria del libro del norte del Perú. Y, aunque se diga que es un desagradable sentimiento, los envidio, sí, envidio la manera cómo sus autoridades, así como sus gestores culturales y el pueblo en su conjunto, año a año hacen esfuerzos denodados para continuar con esta fiesta literaria que ha colocado al pequeño pero acogedor distrito de Bernal en lo más alto dentro del mundo cultural. Oswaldo Reynoso, uno de los más destacados narradores de los últimos tiempos, se enamoró desde su primera aparición en esta feria norteña, y dijo algo como: “El día que Bernal cierre esta feria, ese día habrá duelo en todo el país”.
Es que llegar a Bernal en los días de feria es un aprendizaje desde que pisas su suelo. La gente te recibe con amabilidad y dispuestos a contestar lo que necesites. No me tomó mucho tiempo para encontrar la casa del hombre que ha hecho posible que su distrito norteño se ubique entre los destinos turísticos-literarios del país, don Koky Tume, por supuesto.
La feria del libro de Bernal tiene una característica muy particular con el recibimiento, hospedaje y atención de los invitados. Es una feria que te abre, literalmente, las puertas de la casa. La familia completa de don Koky Tume se multiplica en atenciones para atender a sus invitados importantes. Escritores de renombre y nóveles se mezclan en la sala para degustar y para departir con el mismo calor con que lo hicieran en sus hogares. Soy testigo presencial de esas escenas que llenan el alma.
Hoy seguimos en pandemia y por eso no podemos exigir demasiado, tal vez para el otro año, porque necesitamos en Paita una feria de esas características, donde los paiteños podamos mostrarnos tal cual somos en el día a día, comportamiento que ha dejado huella en cuanto visitante pasó por nuestra tierra.
Bernal está cumpliendo 100 años de creación política como distrito -60 años menos que nosotros como provincia- y, a decir de Koky Tume, la feria del libro de su tierra nace con la finalidad de promover la lectura y otras expresiones culturales entre los habitantes del distrito de Bernal y toda la provincia de Sechura. Sin embargo, el buen trato, el buen gusto y la buena organización de su gente ha calado en el corazón de quienes tuvimos la dicha de ser invitados en alguna de sus ediciones, dejando un profundo sentimiento de admiración en esta fiesta de las artes que hoy enorgullece a todo el norte del país.
La feria del libro de Bernal no es una marca, es un corazón que late fuerte año a año.
¿Podemos los paiteños celebrar algún día el inicio de nuestra propia fiesta de las artes? Yo sigo imaginando que sí, que no está lejos de nuestro alcance, y que si nos pondríamos a trabajar en ello, y gracias al tesón de un grupo de personas de bien e instituciones locales, así como de nuestras autoridades, podemos tomar el toro por las astas y apostar para que nuestras nuevas generaciones sean mejores que nosotros.
En fin, no sé cuántos de los que terminen de leer este texto imaginen también lo provechoso que podría ser esta fiesta en el puerto: escritores de renombre admirando la belleza de nuestra bahía -tal vez para incluirla en un cuento, como hiciera Julio Ramón Ribeyro-, y nosotros aprendiendo que hay diferentes maneras para vivir otras vidas a través de una obra literaria.
Felicitaciones al distrito de Bernal y, en especial, a don Koky Tume, escritor, editor y gestor cultural, por atreverse a hacer cosas buenas a favor de la tierra que lo vio nacer, aun cuando hace muchos años ya no viva en ella.
Qué más amor por tu tierra que eso: Imposible.
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