Por Jonathan Timaná Augusto
La poesía peruana tiene un antes y un después desde la aparición de César Vallejo; inclusive, se afirma que no existe parangón alguno dentro la poesía vanguardista latinoamericana después de la publicación de Trilce (1922) y Altazor (1931), libro aleccionador del poeta chileno Vicente Huidobro. Sin embargo, nuestro gran poeta universal escribió un poemario que hasta ahora sigue siendo un paradigma de la expresión lingüística en cuanto al sentimiento de un hecho tan cruento como lo fue la Guerra Civil española: nos referimos a España, aparta de mí este cáliz (1939), libro publicado póstumo a su deceso. En este poemario –conformado por quince poemas– encontraremos la desazón que sentía Vallejo ante un hecho tan aciago y trágico como fue el enfrentamiento entre los mismos españoles; por un lado, se encontraban los republicanos tratando de defender la democracia, muchos de ellos, socialistas y comunistas; y por otro lado, los fascistas, quienes estaban en contra de toda forma de gobierno democrático. Todo ello empezó en julio de 1936, y el vate peruano vivió en carne propia los acontecimientos que marcarían el derrotero final de su poesía.
Ahora bien, no olvidemos ante todo que César Vallejo fue un escritor sumamente comprometido con los hechos históricos que se vivieron en aquella época, y nunca dejaría de plasmar su descontento a través de numerosos artículos, ensayos y reportajes periodísticos, demostrando su colaboración activa como intelectual comprometido. Aquí, cabe resaltar su participación al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, que tuvo lugar en Valencia en julio de 1937, un año antes de su muerte. Entonces, España, aparta de mí este cáliz es un libro por el cual Vallejo plasma su impronta de lo que estaba ocurriendo en la España republicana. Así se plasma el deseo vallejiano, expresado a través de un hablante lírico que exhorta a los republicanos a seguir luchando por una causa justa:
“…¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador
(…)
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos…”
Claramente se lee en estos versos del poema Himno a los voluntarios de la República, cómo es que el lenguaje utilizado –a través de figuras literarias como la anáfora, la sinestesia, el asíndeton y la hipérbole– configura la esencia del poema para dar a entender que era inminente realizar acciones rápidas que no permitiesen el ascenso al poder por parte de los fascistas. El hecho mismo de expresar este sentimiento a través de un “Himno”, demuestra el ferviente anhelo por parte de nuestro autor para con la causa del bando republicano. También este poemario funciona como un caleidoscopio de emociones, ideas y sentimientos comprometidos con el proceso histórico por el que atravesaba el mundo, pues no solo el yo poético vallejiano se refiere a España, sino que también nombra a varias ciudades europeas que estaban muy ligadas a lo que está ocurriendo en ese entonces:
“Hombre de Extremadura,
oigo bajo tu pie el humo del lobo,
el humo de la especie,
el humo del niño,
el humo solitario de dos trigos,
el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berlín
y el de París y el humo de tu apéndice penoso
y el humo que, al fin, sale del futuro…”
(…)
“Los mendigos pelean por España,
mendigando en París, en Roma, en Praga
y refrendando así, con mano gótica, rogante,
los pies de los Apóstoles, en Londres, en New York, en Méjico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente
a Dios Por Santander,
la lid en que ya nadie es derrotado…”
Estos hermosos versos pertenecen a los poemas Batallas y Los mendigos pelean por España; permitiéndonos entender que el fin por el cual se peleaba no solo correspondía a España, sino que también a toda Europa y al mundo entero. Además, muchos de los republicanos muertos en batalla, son representados por nombres alegóricos que aparecen consecutivamente en todo el poemario, como Pedro Rojas, Ernesto Zúñiga, Ramón Collar y otros referentes que son expresados con un magistral juego de palabras; no por algo el yo lírico cambia la V por la B cuando enuncia en el famoso verso:
“Solía escribir con su dedo grande en el aire:
¡Viban los compañeros! Pedro Rojas…”
Así, en el transcurso del poemario aparecen las numerosas ciudades que fueron bombardeadas, golpeadas y zaqueadas brutalmente por los fascistas (Bilbao, Durango, Extremadura, Guernica, Guijón, Málaga, Santander y Teruel). También es importante recalcar que la guerra es mostrada como una “súplica” desde el punto de vista “espiritual”, pues el hablante lírico utiliza la metáfora de las oraciones más conocidas en el mundo cristiano, como son el “Padre Nuestro” y el “Ave María”; y esto se corrobora con los siguientes versos:
“Padre polvo que subes de España,
Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.
Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y dé tu trono,
padre polvo que estás en los cielos.
(…)
Padre polvo en que acaban los justos,
Dios te salve y devuelva a la tierra,
padre polvo en que acaban los justos…
No hay que olvidar la influencia religiosa–católica que recibió Vallejo desde niño, por sus padres, allá en su terruño natal, Santiago de Chuco; sin embargo, no se debe confundir el ser un religioso ortodoxo con la formal inusual vallejiana de crear poesía comprometida con una causa popular. Incluso se relaciona esta visión propia del ser humano con la designación de lo inevitable hasta llegar al punto de no confiar en las propias imágenes y símbolos que aparentan estar luchando desde el bando apropiado; no por algo la voz poética decía a los futuros oyentes líricos:
“¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
(…)
Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…”
En estos versos se denota el fuerte compromiso asumido por parte del poeta para con todo lo que se avecinaba, pues los primeros versos del poema ¡Cuídate, España! nos muestra la íntima preocupación ante un posible fracaso histórico. El hecho mismo de confrontar a los dos objetos máximos del Comunismo, y decirnos que debemos cuidarnos si es que estos no están unidos, pues de lo contrario no habría un éxito por parte del bando republicano. A pesar de ser una metáfora del compromiso que debían asumir todos los involucrados con la “causa republicana”; diciéndonos que no debían estar a medias tintas, sino todo lo contrario, estar luchando constantemente, pues, ¿cómo es que la propia España debía cuidarse de ella misma? La respuesta sería el no confiarse de todo lo que se mostraban como aliados, pues muchas de aquellas imágenes y símbolos podrían no representar semánticamente el espíritu de la justa liberación. Es por eso la grandiosidad de este poemario, ya que Vallejo muere antes del término de la Guerra Civil española (1939); y a pesar de ello, como una suerte de presagio, nos dice en el último poema, cuyo título es análogo a todo el poemario:
“Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
(…)
Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
(…)
…si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!…”

Estos “niños del mundo” son todas aquellas futuras generaciones que verían lo que nuestro autor no presenció, el decaimiento tórrido de una sociedad frente al abuso de poder, la injusticia y la pobreza de la humanidad, pues si caía España –metafóricamente hablando– el resultado sería la derrota de un bastión que aún se mantenía erigido en base a la ideología socialista, y como siempre ocurre, el pueblo, sería el más afectado. Es por eso que en todo momento se enuncia que parte de las respuestas ante los conflictos bélicos, es el amor, fuente inagotable de sentimientos puros que hacen que hasta el propio “muerto vuelva a la vida”; con bien lo dice el yo lírico en el famoso poema Masa, que aparece siempre en toda buena antología de poesía peruana. Esa masa no solo representa al grupo de seres humanos que permiten el resucitar del soldado caído; también es la reunión de sentimientos que ayudan al hombre para su diario revivir, y ello es la constante lucha contra los avatares de la vida misma. César Vallejo con la escritura de España, aparta de mí este cáliz, no solo decía aparta de mí este castigo, dolor y sufrimiento; también nos decía, aparta de mí todas las injusticias del mundo; mostrándonos que la forma como lo expresó fue la más pertinaz, para todos aquellos futuros lectores, que encontrarían en sus versos y estrofas la más honda expresión poética de un genio de la literatura del siglo XX.