Por Gonzalo Higueras Cortés
Judas Iscariote, como todo el mundo sabe, fue uno de los apóstoles de Jesús; y según los Evangelios, fue el apóstol traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturar a su Maestro, como lo había anticipado Jesús en la Última Cena.
Se identifica el vocablo “Judas” como “traidor”, pues Judas ha sido, desde aquel tiempo, el paradigma de la desventura de la cristiandad. “Apóstol”, contrariamente, es un vocablo que se utiliza para identificar al propagador de creencias religiosas, ideas sociales y políticas…
Judas creyó que Jesús era el cabecilla de una rebelión contra los romanos, ocupantes de Judea. Llegó a la conclusión de que el mensaje de Jesús era contraproducente para la liberación judía. Así, Judas justificaba la traición desde el punto de vista político. Es más, Judas no confabuló en contra de los romanos sino a favor de los judíos. Los hechos posteriores son los conocidos remordimientos que atormentó a Judas -haberle vendido por un puñado de monedas- que lo llevó al suicidio; porque en el fondo, Judas amaba a Jesús.
Hoy en día, vemos con naturalidad que algunos políticos muestran cómo la codicia es más fuerte que la sensibilidad, y el deseo de dominio termina con la prudencia. Cervantes decía que las personas son como los actores de un gran escenario. Y cuando analizamos a los actuales políticos, da la impresión que conocen los conceptos a la perfección, listos para la actuación en la arena política con engaños, calumnias y traición.
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Podríamos sacar conclusiones sobre la actuación de Judas y su traición y comparar lo que es recurrente en la actualidad. Muchos hombres y mujeres desean ser apóstoles modernos y propagar su fe política. Ahora bien, se les podría otorgar un grado de tolerancia para entender los fines que los mueve para ingresar en política -teniendo en cuenta que solo se necesita tener a la mano su DNI, alguna dosis de audacia y la aceptación popular de sus partidarios-, y esperar que su actuación sea aceptable.
Tenemos un variopinto universo de personalidades: juristas, políticos de carrera, empresarios, emprendedores emergentes, personajes furtivos, etc… Durante algo más de un año del gobierno de Pedro Castillo, un centenar de ministros, viceministros, dirigentes… han caminado por áreas y callejones peligrosos poniendo en riesgo al país. Trato de imaginar, como muchos, que existe en ellos verdadero amor al Perú, y, por otro lado, necesidad de trascender en el tiempo. Sin embargo, tenemos día a día ejemplos que son evidentemente falta de domino que acaban con la prudencia, como también, la traición que opacan la gestión gubernamental y aquellas actitudes son producto de la ignorancia.
Y la ignorancia para gobernar ¡es traición!
Judas fue un verdadero ignorante; fue elegido por Jesús y desvió su actitud, como hacen hoy muchos políticos: aman, pero actúan a traición. Debemos meditar sobre la traición de los actuales dirigentes y radicalizar nuestra actitud, porque “el pueblo” (referencia permanente de Castillo) que eligió a los gobernantes, podría terminar crucificado por la traición de sus propios gobernantes.