“Paita es mi cofre sagrado donde guardo mi vida, mi tiempo, mi trascendencia y mis amores”
Juan Manuel Mendoza Benites, el maestro de Paita
Por Ricardo Espinoza Rumiche
En mi vida he conocido diferentes personajes paiteños gracias a infinidad de conversaciones familiares. Sentarse a la mesa no solo es disfrutar de un almuerzo, sino que, para muchos de nosotros, esas reuniones a diario pueden ser el momento propicio para extraer a nuestros padres el mayor conocimiento posible sobre los personajes y la historia del puerto que nos ha visto crecer. Son muchos los escogidos entre deportistas, artistas y rebeldes naturales que van siempre contra la corriente; sin embargo, y lamentablemente, son pocos los intelectuales con quienes se pueda discutir no acontecimientos del día, sino ideas y propuestas para el mañana.
Hablar de Juan Manuel Mendoza es hablar de deporte, de poesía, de arte, de política y hasta de ciencias como la física y la matemática. La educación, para él, es la más clara señal de dignidad. Tiene dos profesiones: agrónomo y Lic. En educación. Ambos títulos de la Universidad Nacional de Piura. “La educación puede cambiar estructuras y sistemas sociales”, nos dice.
Juan Manuel Mendoza nació en Sechura, en el mes de las letras, el 23 de abril de 1953. Su vida entera la ha dedicado a promover y valorar los asuntos de interés general en Paita, así como su pasión y conocimiento por la poesía que, en medio del desinterés de nuestras autoridades, ha tenido a bien realizar recitales poéticos, con el único fin de motivar a los jóvenes estudiantes y población en general a escribir o a sentir pasión por la estética poética. Producto de ello el puerto recuerda los más notorios, como: “Recitando a Vallejo – 500 años de mezcla cultural” (Cine Fox 1992); “Recital en la antigua iglesia La Merced” (2002); “Recital Por Paita” (SAAM 1995); “Recital día del poeta”, dedicado a Vallejo (2019); “I encuentro de escritores paiteños y Regionales” (SUPPP 1986). Pero su constancia, gracias a su labor como exdocente en la IE Juan Pablo II, lo llevó a realizar anualmente encuentros con diferentes autores de la Región: “Fue una tarea a nivel escolar que le dejó a nuestros alumnos mucho aprendizaje sobre literatura Regional”, dice satisfecho.
El sechurano de nacimiento que ama a Paita más que muchos de sus propios hijos, cuenta la leyenda urbana, cada vez que invitaba a los viejos porteños para departir sobre literatura, éstos, extrañados por su ardua labor, se preguntaban: “Dónde hemos estado los paiteños que no hicimos nada de estas cosas”. El maestro, en su casa, ya más calmado, se inventaba decenas de respuestas.
En la actualidad, don Juan Manuel Mendoza preside la asociación de artistas paiteños ASAP, institución con ideología y filosofía definida y de la cual es socio fundador. “Trabajamos por Paita en medio de la indiferencia”. De esta institución, nos cuenta, llegan y se van artistas. Unos resentidos por su ego y otros por mal comportamiento.
Siempre, en la vida de cada apasionado de las letras, hay un libro que te golpea, que te cambia, que te inicia en esta locura. Qué es la pasión sino la locura del alma. Qué sería de nuestras vidas sin ella. Tal vez viviríamos aburridos e idiotizados. ¿Valdría la pena pasar por este mundo viviendo en medio de la pasividad?
A los doce años de edad, Juan Manuel Mendoza se inicia en la lectura leyendo poemas del alemán Bertolt Brecht, poesía ligada a razones políticas, pero con un sobresaliente desarrollo estético; así como su primera novela “Aura o las violetas” del colombiano José María Vargas Mila. Pero, el autor que lo atrapó por primera vez y lo introdujo a las letras fue Manuel Gonzales Prada con su “Politeama”, ese ensayo cáustico, serio y mordaz que denuncia la realidad sociopolítica del Perú después de la guerra con Chile.
Juan Manuel escribe poesía desde la adolescencia, siguiendo el tradicional romanticismo lírico de Melgar, Valdelomar, Gonzales Prada, entre otros. Ya en la madurez temprana, escribe poesía de corte socialista. Sus lecturas sobre el marxismo le ayudan a comprender los problemas humanos en su conjunto, y, como el mismo nos dice: “También los inhumanos y a Jesucristo”.
Es consciente de la diferencia que hay entre los poetas de su generación y los actuales. Ellos, los románticos poetas que incursionaron en las declamaciones. Así pues, a los 15 años de edad, en 1968, funda el movimiento de declamadores que, con el tiempo y la apatía, se resiste a la desaparición de esa cofradía, pero que poco a poco fue exterminándose a sí mismos. No obstante, recuerda a un excelente declamador, el autor del himno a Paita, a don Javier Ramírez Gutiérrez. “Siempre hubo en Paita el temor natural de escribir y recitar sus propios poemas”, nos dice.
Juan Manuel es fundador de “La Casa del Poeta Paiteño”, adscrita a la de Lima. Es así que nace el poemario “Velero”, ediciones que cobijó a diferentes poetas locales, pero que, por situaciones ajenas a temas literarios, terminaron por crear a un “dueño” de la casa del poeta. “Todos los socios nos alejamos de ella. Fue triste”.
Los poetas actuales, nos dice, “se han ensimismado ante la triste realidad del país. Tienen mayores conflictos que no siempre se traduce en poesía transformadora, creadora, aunque sea reformista. Tienen avance tecnológico, pero editar sigue siendo un conflicto de bolsillo descocido”.
El maestro extraña las tertulias literarias. Cree profundamente en ellas porque, nos cuenta, nos da a conocer situaciones de valor humano y de intelecto local, así como regional, nacional e internacional. “Entre poetas uno se mantiene al tanto de las corrientes de pensamiento y de las diferentes posiciones políticas-partidarias que, muchas veces, suelen arrastrar al arte”.
Está convencido que fue la poeta paiteña Marielena Hidalgo de Peña la gran estudiosa de la poesía local. La calidad poética de los paiteños se puede disfrutar en su “Antología de Poetas Paiteños” (1989).
“Leyendo este estudio de Marielena uno descubre la alta calidad de la poesía porteña desde 1860 hacia el día de su publicación aproximadamente”.
Pero la gente no compra la poesía, son tiempos de distracción neoliberal. No hay un movimiento cultural que la promueva. “Yo digo que la poesía está en crisis, y por eso existen las frases groseras y carentes de estética gramatical, como las del reguetón. La poesía no tiene espacio. En estos tiempos las frases coloquiales pasan como creaciones literarias. Lo peor es que a la gente le encanta”.
Sin embargo, Juan Manuel no desmaya, persiste en la idea de llevar cultura a cada rincón donde se necesite. Es consciente que la poesía distingue al autor. No se puede estar tranquilo sin estar en constante conflicto en estos tiempos abrumadores de corrupción y traición. La trascendencia que hace la poesía sobre el hombre -agrega-: depende de su interpretación que haga éste del mundo. En lo filosófico-científico, por ejemplo, para comprenderlo y acomodarse, y en lo intuitivo-artístico, donde lo siente y actúa para su transformación. “He allí la importancia de la poesía sobre la humanidad. La función del artista es sentir a su comunidad y tratar de cambiarla. Ser un dionisíaco con el pueblo sin caer en la antiestética”.
Pero Juan Manuel -todavía muchos paiteños desconocen- fue en sus mejores años un gran deportista. El judo con él ganó suavidad y belleza. “No he sido judoca, lo soy hasta después de mi muerte”, reclama. En 1972 participó en los VIII juegos Panamericanos de judo, en Argentina (Buenos Aires), donde subió al pódium de los triunfadores. Fue también campeón nacional en los años 1971, así como campeón Regional entre 1969 y 1970, así como subcampeón nacional en 1973 y 1976, años en que opta por retirarse de las competencias para continuar con su pasión literaria.
Sin embargo, por cosas de la vida, en primera instancia se le negó su entrada a este deporte por no ser de los alumnos que estudiaban entre tercero y quinto de la secundaria. El mismo maestro Tomossada lo rechazó fiel a sus estatutos. No obstante, el mismo maestro lo visitó en su casa días después de haberlo rechazado. Algo había en Juan Manuel que solo un maestro como don Tomas Tomossada podía intuir.
“Yo creía que el judo era un deporte, pero no; con el tiempo entendí que tenía que ser honrado en todos los actos de mi vida, que había que practicar la verdad en todas las cosas; ser honesto como el mismo Tomas Tomossada Cobos, nuestro maestro fundador. Para ser miembro del Intipa Churín había que ser disciplinado y aplicado. No sé si hasta el día de hoy se practica esa forma de moral rigurosa. Siempre he dicho que yo al judo le aporté belleza, técnica y velocidad que no había en todo el Perú. Antes de yo ingresara el judo era tosco y con demasiada fuerza. El maestro Tomossada me bautizó como “Cintura de mono”, característica que me daba destreza y velocidad. Muchas veces mis combates no duraban más allá de los cinco segundos. Es que tuve la suerte de tener como maestros a Kikuchi Yamashiro (que trabajaba en la CIA Ballenera) También a Takenori Ito (entrenador de la selección nacional entre 1970 y 1985). Ganarse la admiración de judocas, sobresalir ante el colegio de cinturones negros del Perú, ganarle al campeón de campeones y hacer que muchos cambien su manera de ver el judo, ha sido lo más hermoso de mi vida”.
Juan Manuel, como si fuera poco, también ha sido fundador de la Asociación musical “Los Troveros del mar” (1993) que reunió a toda la pléyade de cantantes, guitarristas, cajoneros y bailarines del criollismo, así como del grupo musical Felipe Pinglo Alva. Actualmente, también pertenece al Patronato Cultural de Paita, donde es socio fundador y secretario por voluntad de sus cuarenta socios. También es Secretario Técnico del Consejo Participativo Local en Educación (COPALE)
Fue regidor de la comuna paiteña entre 1993 y 1995 y candidato al Congreso de la República por el fenecido partido político de Fernando Olivera. Hoy está decepcionado de ese ambiente. Ya no cree en los políticos sin ideología y con afanes entreguistas de los recursos naturales. No hay conciencia, dice, “hoy los grupos de poder rompen las manos de los congresistas y se acabó el Perú como Nación”
Pero hacer cultura en Paita no es fácil. No hay personas ni instituciones que decidan patrocinar estas iniciativas, y si las hay, son poquísimas, casi inexistentes. Es por eso que Juan Manuel Mendoza trata de reinventarse con lo que se pueda; intenta no caer en la soledad absoluta ni en la ausencia de vida que le produce el no tener los recursos necesarios para promover el arte. Cree que es la Municipalidad (y nosotros creemos lo mismo) quien tiene la ardua tarea de realizar, por ejemplo, La Feria del Libro o del arte, y desde hace muchísimos años. ¿Estamos en pañales con respecto a otros lugares? Creemos que sí, que siendo Paita “el segundo puerto más importante del Perú”, hace rato ha sido relegado al olvido y a la indiferencia. “El Proyecto del Libro y la Lectura” es solo un saludo a la bandera, no tiene efecto significativo más allá que un post en redes sociales para guardar las apariencias. Suponemos que tener buenas intenciones no precisamente es tomar buenas decisiones. Paita está en deuda con los suyos y ya es tiempo de saldarla.
Lo dejamos a Juan Manuel, el hombre que produce la cultura en nuestros lares, el fiel admirador de César Vallejo, del Premio Nobel Rabindranath Tagore y del paiteño Teodoro Garcés Negrón.
Lo dejamos en su mundo, en ese espacio donde se mueve como pez en el agua, en Paita, su lugar sacrosanto:
“Paita es el espacio sagrado de mis descendientes, la tierra maravillosa que hace latir mi corazón, ambiente de gente bondadosa, condescendiente, amigable, católica al cien por ciento. Paita es el inicio de la historia del Perú. Paita es el lugar donde se aprende a ser peruano, tierra del paiteño inmortal don Miguel Grau. Paita es mi cofre sagrado donde guardo mi vida, mi tiempo, mi trascendencia y mis amores”.
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