BIBLIOMANÍAS
Esa noche, bajó a la biblioteca del abuelo dispuesto a develar el misterio que lo había atormentado desde la niñez: ¿Qué hacían los personajes de los libros cuando nadie estaba leyéndolos?
Eligió su favorito, el Quijote, y lo abrió al azar. En la penumbra de los anaqueles, un rectángulo de luz iluminaba la página 146.
Se acercó con sigilo en la oscuridad perturbada, y se asomó al libro con el microscopio listo. Sabía que debía mirar sin leer. “Mirar sin leer”, se repitió. Si lo hacía, los personajes se pondrían inmediatamente a actuar lo que su autor había inventado.
Don Quijote y Sancho estaban sentados en el polvo de la llanura. El Hidalgo maltrecho llevaba todavía las huellas de su desventura. Ellos también estaban mirándolo desde el otro lado del lente.
-Ahora sí… ¡No me vayas a decir que ese no es un gigante… eh, Sancho!