Hoy más que nunca
Por Ricardo Espinoza Rumiche
Todos hemos observado aves, lobos marinos y demás especies cubiertas con el crudo de petróleo, una imagen dolorosa que muestra parte de la real tragedia de este último derrame. Último, digo, porque hay derrames que no son cubiertos por la prensa, que pasan desapercibidos, que se cuentan como dentro de lo normal de las operaciones, pero que están registrados por organismos estatales, llenos de imprecisiones, es verdad, pero que dejan una clara imagen de que el mar es contaminado siempre por las petroleras. Y más en el norte del Perú.
Dicen los viejos pescadores que Zorritos fue llamado así por el olor que cambió su ambiente natural, porque solo el olor del zorro es equiparable con el petróleo.
Un derrame nos duele a todos, pero no todos están dispuestos a cerrar filas para que ya no ocurran estas desgracias. Nos hacen creer que es la única fuente de energía en el mundo cuando es falso y hasta autodestructivo porque hasta el mar con sus energías como la mareomotriz y la undimotriz nos regala la fuerza para seguir en este planeta sin tener que hacer tanto daño.
Repsol es una empresa gigante que, en esta tragedia, se ha comportado como cualquier ambulante irresponsable. Ha mentido en la cantidad de lo derramado, no ha mostrado que tenga equipos ni personal calificado para hacerle frente a esta desgracia, por el contrario, vemos ambientalistas que hasta hacen campañas para recolectar cabello y poder ayudar así a los que recogen y esconden el petróleo en la misma arena: realmente una vergüenza como respuesta. Un insulto al país.
Algunos expertos afirman que recuperar esta zona tardará meses sino años. En el norte, por ejemplo, en los derrames, las petroleras riegan químicos que hace que desaparezca el petróleo de la vista, sin embargo, los pescadores son testigos que tienen que pasar muchos meses para que sus redes dejen de salir manchadas y con olor fuerte de petróleo.
Imagínense que esto ocurra en la zona pesquera de Paita, imagínense un derrame entre Yacila y Colán. Cuántos paiteños dejaríamos de trabajar con una tragedia como ésta. Siempre hemos sabido los paiteños que perforar, trasladar y todo lo que concierne a explotar un pozo petrolero es un riesgo que podemos pagar caro. Paita vive de la pesca, no solo de la captura, sino de la recepción, proceso y comercialización, con sus dos zonas industriales: sería una catástrofe económica.
No hacía falta conocer el peligro a lo que nos exponemos cuando nos sublevamos en contra de los decretos de explotación de hidrocarburos en nuestra zona, y lo hicimos, salimos a las calles a gritar que el mar para nosotros era, es y seguirá siendo nuestra vida misma; que hay que cuidarlo, sí, que hay que regular su extracción, claro que sí; que hay que legislar en bien de su subsistencia, eso no hay duda, pero hay que seguir defendiéndolo; porque ell mar nos sostiene y nos ha sostenido por años en este puerto abandonado por el Estado. Fueron nuestros antepasados quienes abrieron el camino y nos enseñaron su valor. Nuestro mar tiene vida propia y es nuestro deber, hoy más que nunca, defenderlo:
¡Pesca sí, petróleo no!