Por Vanessa Guerrero
Permítanme estas líneas a Don Genaro Chunga, mi amigo, el buen esposo, padre y vecino. Claro está, no es sencillo escribir y describir a “Chunguita”; pero mientras lo intento, se me va disipando ese sentimiento de miedo, de no ser precisa en mis líneas ante un hombre muy querido por muchos en esta tierra norteña.
A todos nos ha dejado sorprendidos su muerte; es que lo habíamos visto siempre lleno de vida, con esas ganas de seguir adelante y de trabajar por un Paita mejor y, sobre todo, con lo que él más amaba, el deporte.
Genaro Chunga fue un personaje con un alto sentido de humanidad, con muchos calificativos que, si intentáramos describirlo en estas líneas, quedaríamos cortos. Mi amigo Genaro Chunga fue un hombre completo, humilde, integro, humano, cortés, seguro, flexible y cordial, que trataba a todos por igual, y siendo político, tenía eso que muchos pierden cuando ya han conseguido sus propósitos, el continuar sirviéndole al pueblo.
Era como un sacerdote, para él no había pobres, ni ricos. Su voz rompía los hielos más duros. Solucionaba conflictos con una sencillez pasmosa porque estaba dotado de un instinto natural basado en la diplomacia. Nunca le interesó el poder, pero cuando lo tuvo, trabajó incansablemente en beneficio del deporte, pasión que lo llenó de vida hasta el último de sus días.
Nos conocimos de toda la vida. Yo había crecido en el mercado vendiendo junto a mi padre. Y quién no conocía la tienda de “don Chunga”. Todo un personaje. La vida me lo presentó a finales del 2019, donde tuve la suerte que se involucrara en mi proyecto político, sin recibir nada a cambio, simplemente nos unía esas ganas de trabajar por Paita. ¡Cuánta suerte la mía aprender de “Chunguita”!
Genaro Chunga, era un mar de cariño y significa mucho para quienes lo conocimos, un hombre lleno de generosidad, un paiteño magnánimo que tenía esas ganas de conquistar el mundo, y su mayor su sueño e inspiración era que su Paita -lugar donde no había nacido, pero que la vida le había regalado- creciera siendo la mejor del norte. Anhelaba el buen “Chunguita” una ciudad empoderada; pero, sobre todo, que sea cuna de deportistas.
Genaro Chunga y yo nacimos el mismo día, a lo mejor nos llevábamos bien por eso, por la coincidencia que la vida nos había puesto. Te voy a extrañar, “Chunguita”, a ti y todas esas horas que compartimos
Tres cosas amaba Genaro Chunga en esta vida: a su esposa Fausta, quien la recordaba cada instante de su existencia, amor de una sola vez, con ese frenesí que irradiaba su rostro al hablar de ella; a sus amados hijos, en quienes pensaba cada vez que iniciaba un proyecto nuevo; y, desde luego, a su Paita querida.
Cuando Genaro hablaba de sus hijos, uno escuchaba a un padre orgulloso que no veía a sus hijos como adultos, sino como niños; para él no habían crecido y deseaba tanto que sean felices; sobre todo, que siguieran siendo tan unidos como él los había criado.
Es maravilloso entender que a tu padre lo estima todo un pueblo que lo cobijó como hijo suyo, que el último adiós fue una digna despedida de una autoridad perpetua. Ese cariño solo se le da a una persona que no está envuelta en temas de corrupción, y que, cuando tuvo la oportunidad, por ejemplo, de trabajar como regidor, no perdió el tiempo “haciendo fortunas”, sino que insistió de manera natural en una Paita próspera.
Deberíamos, nosotros los involucrados en la política, recordar ese mar de gente en la despedida de Genaro Chunga, ejemplo perfecto de respeto, admiración, humildad, honestidad y cariño. ¿Cuál es la receta para ello? Pues trabajar con amor, como diría un versículo de la biblia: Efesios 6:7-8: “Trabajen con entusiasmo, como si lo hicieran para el Señor y no para la gente. Recuerden que el Señor recompensará a cada uno de nosotros por el bien que hagamos, seamos esclavos o libres.”
Entonces, el mensaje es claro: si haces buenas acciones, serás despedido como un grande, pero si haces cosas que provoquen vergüenza, pues estarás en el olvido de todo un pueblo y en la vergüenza de sus ojos.
Porque “La voz del pueblo es la voz de Dios”.
Descansa en Paz, mi colosal amigo Genaro.