El verano y las vacaciones de nuestros escolares han sacado a relucir nuestros egoísmos. Dos escenarios y dos gestos antideportivos en la misma urbanización paiteña han colocado en uno y otro lado a los vecinos y demás ciudadanos. A un grupo de moradores, el baloncesto los ha hartado tanto (cosa rara ya que es una de las pocas plataformas que brinda un espacio para este deporte) que han tenido que sacar los aros para reinventarse un mantenimiento y una reapertura con programaciones de actividades; es decir, para poner horarios a cada disciplina (disposición que ha enfrentado a los vecinos con los jóvenes deportista, pero que, de alguna manera, permite que se brinde oportunidades para todos en igualdad); y a los otros, el dizque pago correspondiente para el cuidado de la infraestructura le ha dado la espalda a los niños del vecindario, tanto que han sido captados por periodistas porteños jugando en la misma calle, tan peligrosa en estos tiempos. ¿Qué niño en este puerto sale de su casa con dinero para alquilar una cancha?
Es verdad que no hay presupuestos para mantenimientos y deberían ser los mismos vecinos los encargados de velar por sus espacios públicos. Es verdad que el alquiler ayudaría a mantener las plataformas operativas porque las cosas públicas hay que cuidarlas uno mismo para que se mantengan y duren en este país; sin embargo, se tiene que buscar una pronta solución que impida que sea ajena a los más pequeños. No es un secreto que la gente destruye, la gente no cuida, la gente es reacia hasta para limpiar su propia frontera. En Paita muchos creen que son las autoridades las que tienen la obligación de barrerles las veredas y recoger inmediatamente la basura que ellos lanzan irresponsablemente a las calles. En Paita no hay cultura de limpieza, tampoco cultura del cuidado. Entonces, ¿por qué negarse a la opción de alquilar a los mayores y no vecinos las plataformas cercadas?
Paita -no es un secreto-, por el descuido de los propios vecinos, carece de plataformas deportivas que puedan brindar las facilidades a los tres deportes más populares, como el futbolito, el baloncesto y el voleibol. Basta con darse una vuelta por los diferentes AA.HH para entender que no hay igualdad de oportunidades. Son contadas las plataformas deportivas que podrían brindar espacio para estos tres deportes. Más del noventa por ciento están sin demarcar y sin tableros; tampoco hay agujeros como para plantar los mástiles que sostengan las redes de voleibol; y si los hay, no hay mástiles ni red. La realidad es que, si a alguien no le gusta patear la pelota en Paita, pues tendrá que conformarse con buscar otra actividad fuera de las plataformas.
Para el voleibol, al igual que el baloncesto, es muy importante la demarcación de las canchas, y además, es imposible jugar a la intemperie o solucionar la situación como, por ejemplo, con dos piedras para el arco como lo hacíamos antaño para practicar el fútbol.
Para que tengan una idea, hace muchos años, los chicos de ese entonces del Club Deportivo Junín, fuimos invitados a inaugurar una plataforma deportiva en el AA.HH San Francisco, cerca de la vía de evitamiento, dizque para incentivar a los moradores: fue debut y despedida porque era imposible que el balón se acercara siquiera al aro, pues el viento de la tarde lo impedía. Hoy esa plataforma luce abandonada a su suerte, sin arcos, sin tableros y sin nada que la haga parecer a una plataforma deportiva.
Plataforma de la Ciudad Blanca. Tableros y aros en buen estado, pero con cancha de Grass Sintético.
¿Alguien inventó un nuevo deporte?
Pero esto siempre ha sido la dificultad de los niños no futboleros. Antaño, había que jugar en el patio de la entonces Guardia Civil, pequeñísima, pero necesaria, previo permiso del comandante y mezclándonos con los detenidos. A veces, con mucha suerte, encontrábamos de buenas ganas al vigilante de la ex12, cosa rara, pero era una gran oportunidad para jugar esa pichanguita que no se podía jugar en el coliseo, la única cancha con medidas reglamentarias en ese entonces, pero no apta para niños.
Hoy en Paita existe la cancha de la IE San Agustín, la única con tableros regulables, la única que puede parecerse a la cancha del coliseo municipal, y donde el Promotor y dueño de la institución, hace denodados esfuerzos para mantenerla abierta y lista para recibir a los niños de las academias y también a nosotros, los viejos apasionados, a los pocos basquetbolistas paiteños que nos resistimos a la indiferencia.
Sin embargo, no se pueden cerrar las pocas plataformas que existen a los niños, no se puede ser indiferente a la necesidad de nuestros menores y los jóvenes de gustos diferentes. Una plataforma deportiva es un gran beneficio para los ciudadanos, mucho más para los pequeños donde tendrán un momento de integración con los demás niños de su edad. Una plataforma es tan importante que, sin proponerlo, combate la obesidad, tan perjudicial para la salud en estos tiempos. Las plataformas y la práctica del deporte disminuyen el ocio y, por ende, está comprobado, disminuyen los vicios y la violencia.
NOTICIA DE UN MEDIO LOCAL QUE INDICA EL CIERRE DE LA PLATAFORMA A LOS NIÑOS
Los dirigentes vecinales paiteños están equivocados y tienen que cambiar el chip, ¡urgente!, para encontrar alternativas de solución, más en estas épocas de vacaciones donde los niños tienen tiempo para encontrarse con una pasión sana que los aleje de esa modernidad sedentaria que les roba la agilidad de sus mejores tiempos.
Los niños llegan solos a las plataformas, solo falta ordenarlos, trabajar con ellos y organizar competencias entre sectores. La Municipalidad tiene una gran responsabilidad para salvaguardar estos espacios, y también para organizar, modernizar y recomendar soluciones a las diferentes JUVECOS. La oficina de Participación Vecinal tiene un trabajo pendiente en este tema. Los niños y los jóvenes paiteños no pueden ser relegados de estos espacios públicos. Las plataformas deportivas -si bien es cierto hay que cuidarlas- son libertad, son espacios para soñar, son los mejores lugares donde se puede encontrar al mejor amigo. Las plataformas deportivas no se pueden cerrar a los niños porque son el verdadero cambio, son la verdadera esperanza.