El baloncesto de Paita siempre fue una fiesta donde todos estaban invitados. Hay muchas historias de familias enteras apasionadas con este deporte. Y cuando la fiesta está en su mejor momento, dos cuadras antes de la “bombonera” el unísono de una buena encestada te invita, te llama y te transporta a mejores épocas que los entendidos repiten de vez en cuando como queriendo regresar en el tiempo.
El baloncesto es una suma de emociones incontrolables porque no hay espacio para el empate y la sequía de puntos como en otros deportes. En el baloncesto o sales feliz o sales triste de ese coliseo, no hay ambivalencias que valgan. Cada canasta puede ser digna de una historia que se contará una y mil veces. Y los amigos en ese momento pasan a ser tus enemigos, es la cosa más natural donde sacas a relucir tu temperamento, así como donde puedes perder tus decenas de años de educación en cuestión de segundos.
“Bienvenidos sean los jugadores de otras ligas, eso no deberíamos limitar jamás, pues de Paita también han salido buenos jugadores para otros lugares; sin embargo, creo yo, es el mejor momento para reestructurar nuestra casa, para aprovechar esta nueva ola de emociones que siempre trae sangre nueva y que podemos captar para que se vuelvan dirigentes, socios, aportantes, etc. El cambio es una ley de vida. Dicen que “el valor está en la renovación, en volver a mirar con los ojos limpios y puros”.
El baloncesto es vida, es rejuvenecimiento, es historia, es cálculo de la física y más, mucho más, donde una jugada puede ser el mismísimo arte en vivo y en directo; solo hay que estar con todos los sentidos puestos para entender la pintura.
La gente ha regresado al coliseo, no porque le gusta el baloncesto al cien por ciento, sino porque hay jóvenes otra vez que hacen buen baloncesto. He ahí la diferencia; es que la gente va en busca de emociones. Tengo amigos que no entienden lo que cobra el árbitro, siquiera, pero ni eso es motivo para abandonar cuando la emoción está latente, al contrario, llegan con sus hijos, niños que se enamoran de este hermoso deporte tan solo entrando a la cancha en los tiempos muertos y teniendo contacto con el ambiente.
Pero no hay otra explicación que haga que el público regrese si no es por los buenos jugadores. Y no es un secreto que hemos vivido muchos años de sequía, viviendo tan solo de individualidades que, obligados, tenían que salir a otras ligar para escribir su propia historia. No obstante, el baloncesto está muy lejos de individualidades. No fuimos a un nacional en los años setenta y fuimos tendencia porque tuvimos un buen jugador, no, fuimos portada porque se juntaron varios jugadores de nivel en la misma época, lo que se necesita para hacer un equipo.
Si bien es cierto que los jugadores actuales más talentosos no son de nuestra liga, estos chicos nos están demostrando noche tras noche, que captar las miradas y expectativas de los asistentes solo se logra jugando bien para que el público regrese.
La emoción que un jugador trasmite no es producto de herencias ni nacimientos con suerte, sáquense eso de la cabeza que por años nos ha hecho daño, el jugador tiene que prepararse mucho con anticipación, cualquiera que fuere, porque este deporte es cien por ciento agilidad y destreza sin pausas. Una jugada bien lograda tiene como punto de inicio meses de trabajo. Un salto, un cambio de ritmo o un drible que atraiga miradas y que evada contrincantes a velocidad solo se puede lograr con sacrificios; en otras palabras, con mucho entrenamiento doloroso. Jugar no es lo mismo que entrenar, eso es lo primero que tenemos que enseñar a los chicos para que decidan ellos mismos si pasan por este hermoso camino o miran desde las tribunas.
Bienvenidos sean los jugadores de otras ligas, eso no deberíamos limitar jamás, pues de Paita también han salido buenos jugadores para otros lugares; sin embargo, creo yo, es el mejor momento para reestructurar nuestra casa, para aprovechar esta nueva ola de emociones que siempre trae sangre nueva y que podemos captar para que se vuelvan dirigentes, socios, aportantes, etc. El cambio es una ley de vida. Dicen que “el valor está en la renovación, en volver a mirar con los ojos limpios y puros”.
Es hora de mirar el baloncesto como una empresa, y para eso hay que dirigirla como verdaderos empresarios, y si no los hay en el ambiente cercano, pues buscarlos entre el público que hoy ha regresado a las tribunas, donde se ha vuelto a sentir que la felicidad y las ganas de ser mejores ante el otro es cuestión de animarse, de intentar ser otros y, sobre todo, de aprender de nuestros propios errores. No desperdiciemos esta gran oportunidad, paiteños. Otra vez hay vida en la bombonera y es nuestra labor mantenerla así de caliente. No hacerlo, a lo mejor, nos puede hacer vivir otra vez la sequía que hizo que el público abandonara esas noches tan emocionantes.