Salí del colegio hace más de cincuenta años. En aquella época la comunicación entre los jóvenes era diferente. Para declararles el amor a las chicas se necesitaban -si la pinta no ayudaba mucho- de varios requerimientos: intuición, discreción, valor y mucha inspiración.
Las chicas, aún con la piel inocente, esgrimían el ofrecimiento con el meneo de la timidez de sus años nuevos. Y si la inspiración era acompañada por la música de Joan Baez, pues mucho mejor. Entonces, la joven tomaba distancia ante la propuesta, profundizaba las opciones y la duda se resolvía consultando a mamá, familiares, amigos y un poco a la almohada. Cuando se llegaba al convencimiento de que el joven galán era el esperado “amor de su vida” se lograba vislumbrar el futuro como algo permanente. La respuesta final llegaba como lectura invariable. Sin embargo, para pronunciar el dulce “sí” era preferible vestir como la británica Twiggy escuchando el sonido del aire, melodías tristes y como en un sueño, aceptar el amor.
A veces sucedía que, el joven Romeo abandonaba a Julieta -o viceversa- por estudios o trabajo. Las comunicaciones de entonces se circunscribían al teléfono (muy poco) y a las cartas. Era, pues, común recordar las románticas cartas entre los famosos: Napoleón y Josefina, Manuelita Sáenz y Bolívar, entre tantas…
Pero volviendo a la actualidad, las costumbres han cambiado irremisiblemente. Los jóvenes tienen una comunicación más dinámica. Hace algunos años empecé -con mucho fastidio- a inmiscuirme con los nuevos sistemas de comunicación. Muy a mi pesar tengo una Laptop (los españoles la llaman “ordenador”), que más bien desordena mis ideas por falta de conocimiento en la materia. Sin embargo, aprendo a la fuerza de cables, señales, ondas, accesos, e-mail, hotmail, messenger, chat… Comprendo que el internet es indispensable para la vida actual, es una red específica basada en una conexión mundial de todo tipo de redes. Pero cuando miro a los jóvenes “prendidos” de la computadora -y el celular-, me pregunto cómo hacen para interactuar el trabajo y las emociones personales con tanta voracidad. Al acerarme un poco más, veo estupefacto que, el idioma que hablamos ha sido vulnerado. Han integrado neologismos, letras y números incomprensibles. Cuando un joven habla de amor, solo escribe “TKM”, o, de repente aparece un “XOXO”, y me explicaron: significa “besos y abrazos”. Así, el vocabulario cibernauta crece exponencialmente en el imaginario juvenil.
Como soy un solterón y torpe para adaptarme 100% al vocabulario del chat, he pensado tomar algunas lecciones del nuevo idioma, considerando la abundante oferta cibernética de mujeres desconsoladas, soñadoras sin tiempo, sin edad, ni credo, solo con ilusiones cibernéticas en busca del “amor de su vida”. Debo concluir entonces que el internet resulta una pequeña maravilla y un fantástico medio de comunicación. De manera que, utilizando el artilugio de las cartas de nuestros antepasados y el chat al mismo tiempo, podré lograrlo.
Como le escribía Napoleón a Josefina, “…espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y abrirla con un millón de besos debajo del ecuador”. Tendría, en este caso, cambiar “ecuador” por “ordenador”. O como le decía Bolívar a Manuelita, “Te veo, aunque lejos de ti. Ven, ven, ven luego. Tuyo del alma”. Escribiría con profunda emoción, “Te veo cerca. Prende, prende, prende luego el chat. TDA”…
… Y quizá tenga la suerte de escuchar nuevamente un dulce “sí”…