Yo estaba en quinto año de la secundaria cuando me obligaron a hacer el ridículo en Piura. Era 29 de agosto por la noche, en plena serenata de Santa Rosa de Lima cuando se me acercó un enviado del director Salvatierra. No voy a colocar sus nombres porque la idea de este escrito no es culpar a los mensajeros, sino la manera cómo las autoridades educativas han enviado desde hace muchos años al fracaso a los adolescentes y niños solo para cumplir con sus agendas.
Había que “prepararse” para ir a Piura a jugar contra colegios de Piura, Sullana y Chulucanas, me dijo el mensajero, así sin asco y sin vergüenza
¿Para dentro de tres días? Sí, para dentro de tres días, me dijo. Cinco meses en el colegio y ni un solo día se había hablado de baloncesto, ni un entrenamiento, ni siquiera conocía quiénes serían mis compañeros que disputarían esos encuentros. Así como lo leen: una total falta de respeto a los alumnos para mandarlos al fracaso. Yo estaba a dos meses de cumplir los dieciséis años y a cuatro de largarme del colegio San Francisco. Si supieran cuánta felicidad sentía de estar a poco de largarme de ese colegio. Les dije que no, que no asistiría, que eso era una vergüenza, una falta de respeto no solo a los alumnos, sino a la historia del baloncesto del colegio y también de Paita. Dos días después me llevaron a la dirección y el director Salvatierra me gritó, me amenazó, me dijo que si no iba al día siguiente, así sin más preparación, pero ha cumplir, me expulsarían y no me dejarían terminar la secundaria. Claro que me asusté porque tenía 15 años y porque yo nunca había repetido un curso siquiera.
Tuvimos un entrenamiento antes del evento, sin entrenador que conociera del tema, con el mensajero y el profesor de educación física que de baloncesto sabía lo que yo de aerodinámica. Parece chiste, pero es lo más triste que yo he vivido en toda mi vida de jugador de baloncesto. Una desgracia. Completaron el equipo con chicos que nunca habían jugado, pero que los habían visto en el recreo lanzar uno que otro día.
El fracaso estaba consumado: nos ganó un colegio de Chulucanas, nos canasteó, nos hizo mierda, nos humilló. Nunca antes Chulucanas le había ganado a Paita. Y, claro, la crítica deportiva paiteña nos hizo leña, en especial a mí, con alma, corazón y vida, porque yo era el hijo de un exjugador con historia de la buena, el heredero de una familia que no se cansaba de sacar jugadores buenos; con cachita y pasión esas críticas, desde luego, y esas burlas no pararon hasta años después que demostré que era mejor que muchos y que había que lavarse la boca antes de hablar de mí.
La cosa que nos enviaron al fracaso solo para cumplir con sus agendas estos profesionales miserables de la educación.
Esto no es un hecho aislado, siempre hacen lo mismo. Para nuestras autoridades educativas, el participar es solo eso, pararse dentro de una cancha y cumplir. No les importa lo que sienten los chicos y el daño que les puedan hacer al pasar esta vergüenza. Mucha gente cree esa idiotez que lo importante es participar. No, eso es para los que nunca han entrado a una cancha, eso es falso, eso es mediocre, eso es vergonzoso. Lo importante cuando se compite es demostrar que estás preparado para esa competencia. El resultado puede ser adverso, pero lo que se demuestra queda para el resto de tu vida y de la vida de los que fueron testigos. Yo he perdido muchos encuentros en mi vida, pero he salido con la satisfacción de haber dado todo lo que pude. Aquel día, con quince años, salí llorando de esa cancha y con ganas de desaparecer de este mundo. Es más, me retiré del baloncesto y me dediqué cien por ciento al judo. Imagínense el dolor que sentí.
Escribo estas líneas porque lo de ayer, en el coliseo Gerónimo Seminario y Jaime de Piura, fue realmente doloroso. Fue una humillación para esos niños del colegio Sagrado Corazón de Paita. Niños que no sabían driblear ni pasar la pelota a su compañero siquiera, con un director técnico que nunca se le ha visto en los eventos de baloncesto, sin conocimiento alguno y sentado y observando su celular para sentirse lejos de tanta vergüenza.
Sí, ayer sábado 19 de noviembre también enviaron al fracaso a un grupo de niños paiteños.
Fácil es enviar a los niños a hacer el ridículo solo para que las autoridades puedan cumplir con sus estúpidas agendas. Ayer el colegio San Ignacio de Piura, que entrenan desde la primera semana de iniciado las clases, le dio una paliza a un grupo de niños paiteños que, estoy más que seguro, los reunieron días antes y les dijeron que lo importante era participar. Ni siquiera pudieron meter una canasta, ni siquiera pudieron acabar el encuentro, se buscó un pretexto para no terminarlo, para acabar el encuentro faltando dos cuartos y para que esos niños dejaran de sufrir. Así están formando a nuestros niños estos estúpidos, enviándolos al fracaso, a la vergüenza y al dolor de sentirse humillados, como me enviaron en los años ochenta a mí.
Los padres de familia deberían reclamar por estas órdenes idiotas de enviar a los niños a hacer el ridículo. Realmente es penoso cómo están formando a nuestros niños paiteños. Son un asco estos educadores. Les falta profesionalismo, les falta pensar más en los niños antes que en sus conveniencias. Esto tiene que parar y solo los padres tienen el poder de reclamarlo. Basta de enviar a los chicos al fracaso y a la humillación.
No, señores, lo importante no es participar, eso es de perdedores, de fracasados, de miserables; lo importante siempre será la preparación. Y se los dice alguien que sufrió en carne propia esa vergüenza por culpa de educadores que no hacen bien su trabajo.