“Bailaré marinera hasta que Dios me lo permita”
Annie Geraldine Tantalean Santamaria ha perdido la cuenta de cuántos concursos de marinera ha ganado en su vida. “Son como treinta, creo”, dice, dudando. Baila desde que tiene uso de razón. Para ella la marinera es expresar sentimientos, es comunicarse, y no con el resto del mundo, sino con ella misma, con su corazón.
En el coliseo Municipal, la gente la recibe con aplausos cuando la anuncian como la reina del evento. Hasta el jurado calificador se pone de pie cuando entra acompañada del alcalde de Paita y lleva una corona que la distingue del resto de las bailarinas.
Annie nació en Paita, pero por motivos familiares tuvo que emigrar a Lambayeque a pocos meses de su nacimiento. Su madre, Marleni, a los tres años de edad la llevó para que recibiera clases de marinera de un soldado del ejército llamado José Silva. Era un taller que financiaba la Municipalidad. Annie tiene vagos recuerdos de aquella época. Dice que, en un principio, se sintió obligada, como muchos niños que tienen que seguir las emociones de sus padres, pero que, con el tiempo y el aprendizaje, la marinera se convirtió en su primer amor, en su pasión y en su disciplina. Hoy, muy segura de sí misma responde que la marinera es su vida entera y no se ve despidiéndose de ella. “Bailaré hasta que Dios me lo permita”, dice la campeona.
“Bailar no es fácil, a mí se me olvida siempre la coreografía, por eso confío más en lo que siento porque cuando uno baila de manera libre y con el corazón, el resto llega solo”
Annie queda sorprendida de la poca respuesta del público al evento, en el coliseo de Paita. Los paiteños ya no son como los de antes. ¡Cuántas noches de emociones en esa cancha! La marinera para los porteños era una fiesta donde todos nos vestíamos para festejarla. Además, nuestra campeona está acostumbrada a lucirse a coliseo lleno. Ha campeonado en torneos importantes en la capital; asimismo, en diferentes provincias como Bagua Grande, Bagua Chica, Chimbote, Talara, Tumbes, Chiclayo, Moyobamba, Lambayeque y hasta en el mítico coliseo Gran Chimú de Trujillo, entre otros.
“La Paiteña” -como es reconocida en los diferentes eventos a nivel nacional-, antes que una buena coreografía, prefiere desenvolverse en pareja y bailar de manera libre. Para ella la marinera no es memoria, sino libertad para confiar en sus propios pasos que salen del alma. “Bailar no es fácil, a mí se me olvida siempre la coreografía, por eso confío más en lo que siento porque cuando uno baila de manera libre y con el corazón, el resto llega solo”, dice la campeona.
Annie Geraldine Tantalean Santamaria no ha podido competir en este concurso organizado por la Municipalidad de Paita, por el 161 aniversario de la provincia, simplemente, porque no le pareció ético después de haber estado enseñando en la academia de la propia Municipalidad. Confiesa que le hubiese encantado, pero se ha tenido que conformar observando, eso sí, desde un lugar privilegiado, entre las reinas de belleza y las autoridades. Debe ser una sensación extraña estar del otro lado del escenario cuando las bailarinas, es sabido, nacieron para brillar en cada evento. Pero no siempre se puede ganar y Annie lo ha experimentado desde muy niña cuando, por descoordinación, tuvo que abandonar la final de uno de los eventos más importantes del país: El Tunante, en Lima. A su pareja de baile y a su mamá, les comunicaron que habían sido eliminados. No pasarían a la gran final y abandonaron el evento para regresarse a Piura. Era mentira. Pero cuando intentaron reaccionar, el niño y su mamá ya estaban con rumbo norte. No le quedó otra que observar desde la tribuna.
Galería fotográfica del evento organizado por la Municipalidad de Paita. Fotos del archivo de la comuna
Annie no tiene una noche y un campeonato preferido. Para ella todas las galas han sido una fiesta inolvidable. Está acostumbrada a competir contra grandes bailarinas, campeonas todas. “Pero ganarles a ellas es una sensación indescriptible”, añade.
El coliseo es una fiesta dentro y fuera de la cancha. Los padres gritan y suenan matracas, la banda de músicos es un espectáculo aparte. Es inevitable trasladarse a mejores épocas donde “La Concheperla” y “San Miguel de Piura” eran las marineras favoritas de muchos niños ochenteros. Pero Annie nos ha confesado que para ella no existe mejor marinera que “Coraje Cholo”, una marinera donde, en su letra, se rinde homenaje a los soldados de la Patria. ¿Acaso nuestra campeona recuerda y rinde homenaje a su primer maestro con esta melodía?
Annie es tan miope que nunca puede alcanzar las escenas que la rodean en un concurso; no obstante, le favorece a la hora de ser ella la protagonista porque le ayuda a controlar los nervios del momento. Su madre, dice, no está entre las que gritan, ni las que mueven las matracas, sino que se ha especializado en guardar esos momentos tomando fotografías y filmándolos.
Annie es la primera de la familia que ha dedicado sus mejores tiempos a la marinera. Ni su madre ni su abuela han sido bailarinas; sin embargo, no es la última… Tiene un hermano menor, Kevin, paiteño también de nacimiento y digno de una crónica aparte, que baila desde los ocho años y que ha sido campeón mundial en un evento organizado nada menos que en el Gran Chimú de Trujillo. Dicen que el talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia.
Annie y Kevin Tantalean Santamaría
Ha vuelto la marinera al puerto de Paita y eso es motivo para celebrar. Y con ella hemos vuelto todos los que nos apasionamos con el sonido de la banda de músicos.
Hay Annie para rato, ella lo ha prometido. Hoy ocupa su tiempo estudiando estomatología, pero tiene en mente abrir su propia academia para que los niños paiteños no tengan que irse a Sullana o a Piura a aprender los secretos del baile, como ella misma lo hizo en varias oportunidades.
La reina ha vuelto a vivir emociones que solo le pueden dar la soltura de danzar con un pañuelo en la mano y enseñar a otras niñas los secretos del baile más hermoso del Perú. Annie enseña desde los catorce años, es también una maestra, joven aún, que vende ilusiones a los niños del puerto de Paita. Dicen que el talento no se puede enseñar, pero Annie sabe que puede despertar en otras niñas el gusto por el arte. Su madre y ella son el ejemplo.
Cuando Annie baila marinera y lo hace representándonos a todos los porteños, se respira esperanza; ella es una paiteña de exportación que no suda ni siente cansancio al hacerlo, solo brilla porque ha entendido con los años que nació para expresarse y también para disfrutar como disfrutan las bellas campeonas: en la cima de una buena gala.
