“El mejor regalo que tengo en la vida es el baloncesto”… Isiah Thomas
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Este noveno mes del año no solo es el mes de la virgen de Las Mercedes del puerto, sino de los basquetbolistas paiteños. 82 años de vida institucional ha cumplido este último miércoles 8 de septiembre la Liga Deportiva Distrital Mixta de Baloncesto de Paita. Más de ocho décadas formando ciudadanos de bien en un puerto donde, jugar baloncesto, no suele ser, precisamente, un momento de popularidad.
Hace un tiempo atrás, un viejo amigo me dijo que había que democratizar el baloncesto, que en Paita había que ir a las plataformas callejeras para que los niños pudieran acercarse a este deporte. Tal vez sea una buena manera, sin embargo, mi amigo no tenía la idea clara de cómo son las condiciones de estos espacios. Las diferentes plataformas deportivas de los asentamientos humanos son un verdadero caos. No hay una sola que tenga los dos tableros en buenas condiciones, y hasta pareciera que, adrede, nuestros peloteros callejeros compitieran por destruir lo más rápido posible lo que no le sirve a su conveniencia, pero que harían posible que más niños y jóvenes practiquen a gusto este hermoso deporte.
La verdad es una sola: en más de ocho décadas de baloncesto no hay canchas en Paita donde se pueda practicar este deporte salvo las de las instituciones educativas -donde es casi imposible acceder a un permiso- y el coliseo municipal, la casa de todos, pero que, si no estás inmerso en la élite deportiva provincial, o no conoces al funcionario responsable que lo regenta, tampoco se te abre la puerta.
Jugar baloncesto no es fácil ni está a la mano de todos, lamentablemente, y ni siquiera nuestros profesores de educación física están calificados para enseñarlo; y, a diferencia del futbol, el niño está obligado a aprender lo básico de otra persona.
Dos piedras y un espacio de la calle siguen siendo un lugar de felicidad para el futbolista, y en la tierra, en el gras o en el cemento los niños encuentran la comodidad para ser felices, condiciones que impedirían siquiera imaginar el driblear una pelota de básquet.
Al igual que en muchas ciudades, el baloncesto en Paita también es visto como hereditario. Familias como los Cárcamo, los Alzamora, los Yarlequé, los Espinoza y los Rumiche, por ejemplo, han tenido en sus diferentes generaciones siempre un protagonista en este deporte.
Ser basquetbolista en Paita y organizar una velada deportiva entre amigos, en tal o cual día, es estar supeditado a la suerte. Es que la única cancha (la del coliseo municipal), con las medidas reglamentarias, es también el lugar de reuniones y espectáculos de otra índole por ser éste el único recinto que puede albergar gente y privacidad.
Más de ocho décadas de baloncesto, con momentos gloriosos y tristes, entre dirigentes que han puesto de la suya para no decaer, e ídolos populares que han partido a la eternidad pero que han dejado un recuerdo inolvidable en esta liga que se esfuerza año a año para no desaparecer del todo, con maestros dirigiendo sus academias y formando el futuro cercano, con equipos que vienen y van pero que han dejado su marca en el testigo fiel y apasionado que nunca falla en la tribuna, y, sin embargo, y lamentablemente, pareciera que estamos en el inicio.
El basquetbol en Paita está en receso, por la pandemia y por la ingratitud de la gente que no cuida los espacios destinados a este hermoso deporte; y mientras no cuidemos la infraestructura, es y seguirá siendo la pasión de los escogidos; es decir, de unos cuantos paiteños que han sido captados para formar parte de esta liga con historia donde alguna vez se mostró don Jani Carrión, don Emilio Rumiche, los Colona, el gigante Zamorano, así como don Manuel Vargas, Manuel Arca, entre otros que ya partieron a mejor vida, pero que apasionaron a muchos que hoy los recuerdan con mucho cariño.